“Cuanto más subía más ansiaba subir; en vez de fatiga sentía fiebre que les daba vigor de acero a las piernas y aliento de fragua a los pulmones. Llegar a lo más alto era un triunfo voluptuoso para De Pas. Ver muchas leguas de tierra, columbrar el mar lejano, contemplar a sus pies los pueblos como si fueran juguetes, imaginarse a los hombres como infusorios, ver pasar un águila o un milano, según los parajes, debajo de sus ojos, enseñándole el dorso dorado por el sol, mirar las nubes desde arriba, eran intensos placeres de su espíritu altanero, que De Pas se procuraba siempre que podía. Entonces sí que en sus mejillas había fuego y en sus ojos dardos.”
Y es que según el manuscrito hallado en la
biblioteca de El Escorial del cual conservó copia D. Antonio Pérez de la Riva , médico titular de
Comillas y natural de Ruiloba, eran los naturales del lugar de Ruiloba “por lo
común, honrados, de talla arrogante, robustos, valientes, briosos, pausados y
de pocas razones, al mismo tiempo que arrogantes, atrevidos y en extremo
belicosos cuando se desazonan, aunque por el genio pausado son propios para las
ciencias, artes y oficios.”
Describe asimismo a Ruiloba como “uno de los
nueve lugares de la Alfoz
de Lloredo, dividida en la actualidad en siete barrios situados en la
circunferencia de un valle ameno y feracísimo de una legua de largo y media de
ancho; confina por el Este con Cóbreces, por el Sur con Udías, por el Oeste con
la Villa de
Comillas y por el Norte con el mar. Es de clima muy sano, situación pintoresca,
deliciosa y fecunda.
La fertilidad del terreno y su disposición
templada a causa de las eminencias que los resguardan de los vientos le hacen
gratos de todas las semillas, hortalizas y frutos de montaña que se producen en
él con ventaja en lo general a los demás lugares así en la abundancia
respectiva como en la sustancia y gusto.
El cultivo de frutos al que al presente se
aplican más sus habitantes son el maíz, alubias, manzanas de que hacen sidra,
ajos, frutas de huesos, nueces y castañas, comprendiendo cada una de estas
especies un considerable número de clases y sus hermosísimas y espaciosas
huertas de limones y naranjos dulces y agrios, pues lo templado de su clima
saben producir todos los meses flor y fruto de que si supieran aprovecharse sus
naturales podían hacer un útil y lucrativo comercio.
A principios del siglo XVII en que su
vecindario era infinitamente más crecido, además del terreno llano aprovechaban
en el cultivo de viñas las pendientes o colinas que dividen los barrios y
rodean la población general y vendían una abundantísima de chacolí de que se
surtían más de cinco mil vecinos de las jurisdicciones limítrofes.”
Conservamos
el carácter y el espíritu; conservamos el espacio y las tradiciones y conservamos
las “eminencias que nos resguardan de los vientos”; a ellas nos encumbramos
para recrear la vista y el espíritu; cada uno elegimos en cada momento la que
nos evoca recuerdos o nos provoca sensaciones que nos reconfortan. Observamos “muchas
leguas de tierra” desde unas o “columbramos el mar lejano” desde otras.
Pero desde la Peña Láliga descubriremos el cambio de las estaciones en la paleta de
verdes que tapizan el valle de los laureles, el devenir de sus gentes y las
huellas que en él han ido dejando a su paso y, si cerramos los ojos, la brisa
del cercano cantábrico nos traerá a la memoria olores, sonidos y recuerdos de
Ruiloba que nos acompañarán de por vida allá donde quiera que estemos.
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