domingo, 18 de noviembre de 2012



 
Cuanto más subía más ansiaba subir; en vez de fatiga sentía fiebre que les daba vigor de acero a las piernas y aliento de fragua a los pulmones. Llegar a lo más alto era un triunfo voluptuoso para De Pas. Ver muchas leguas de tierra, columbrar el mar lejano, contemplar a sus pies los pueblos como si fueran juguetes, imaginarse a los hombres como infusorios, ver pasar un águila o un milano, según los parajes, debajo de sus ojos, enseñándole el dorso dorado por el sol, mirar las nubes desde arriba, eran intensos placeres de su espíritu altanero, que De Pas se procuraba siempre que podía. Entonces sí que en sus mejillas había fuego y en sus ojos dardos.”


   La Regenta (Leopoldo Alas, “Clarín”)


Y es que según el manuscrito hallado en la biblioteca de El Escorial del cual conservó copia D. Antonio Pérez de la Riva, médico titular de Comillas y natural de Ruiloba, eran los naturales del lugar de Ruiloba “por lo común, honrados, de talla arrogante, robustos, valientes, briosos, pausados y de pocas razones, al mismo tiempo que arrogantes, atrevidos y en extremo belicosos cuando se desazonan, aunque por el genio pausado son propios para las ciencias, artes y oficios.”

Describe asimismo a Ruiloba como “uno de los nueve lugares de la Alfoz de Lloredo, dividida en la actualidad en siete barrios situados en la circunferencia de un valle ameno y feracísimo de una legua de largo y media de ancho; confina por el Este con Cóbreces, por el Sur con Udías, por el Oeste con la Villa de Comillas y por el Norte con el mar. Es de clima muy sano, situación pintoresca, deliciosa y fecunda.

La fertilidad del terreno y su disposición templada a causa de las eminencias que los resguardan de los vientos le hacen gratos de todas las semillas, hortalizas y frutos de montaña que se producen en él con ventaja en lo general a los demás lugares así en la abundancia respectiva como en la sustancia y gusto.

El cultivo de frutos al que al presente se aplican más sus habitantes son el maíz, alubias, manzanas de que hacen sidra, ajos, frutas de huesos, nueces y castañas, comprendiendo cada una de estas especies un considerable número de clases y sus hermosísimas y espaciosas huertas de limones y naranjos dulces y agrios, pues lo templado de su clima saben producir todos los meses flor y fruto de que si supieran aprovecharse sus naturales podían hacer un útil y lucrativo comercio.

A principios del siglo XVII en que su vecindario era infinitamente más crecido, además del terreno llano aprovechaban en el cultivo de viñas las pendientes o colinas que dividen los barrios y rodean la población general y vendían una abundantísima de chacolí de que se surtían más de cinco mil vecinos de las jurisdicciones limítrofes.”

Conservamos el carácter y el espíritu; conservamos el espacio y las tradiciones y conservamos las “eminencias que nos resguardan de los vientos”; a ellas nos encumbramos para recrear la vista y el espíritu; cada uno elegimos en cada momento la que nos evoca recuerdos o nos provoca sensaciones que nos reconfortan. Observamos “muchas leguas de tierra” desde unas o “columbramos el mar lejano” desde otras.

Pero desde la Peña Láliga descubriremos el cambio de las estaciones en la paleta de verdes que tapizan el valle de los laureles, el devenir de sus gentes y las huellas que en él han ido dejando a su paso y, si cerramos los ojos, la brisa del cercano cantábrico nos traerá a la memoria olores, sonidos y recuerdos de Ruiloba que nos acompañarán de por vida allá donde quiera que estemos. 



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