martes, 18 de diciembre de 2012





                                          El pinar de Ruiloba




                                                       Este fresco relente
                                                       de la tarde,
                                                       es alarde
                                                       de besos en caliente
                                                       de aquel pinar de enfrente.

                                                       Quien lo guarde
                                                       y le forme una cuna
                                                       al relente en el alma,
                                                       tendrá un rayo de luna
                                                       de aquel pinar de enfrente.

                                                                         
                                                                                                          Rafael Gómez Sánchez





domingo, 9 de diciembre de 2012



                                                   Los santucos

La antigua costumbre romana de colocar mojones en las calzadas o montones de piedras a las imágenes de sus dioses protectores de viajantes y comerciantes, fue heredada por el cristianismo. Por ello se levantaron cruces en los caminos, que a la vez de indicadores, cumplieron una finalidad religiosa al permitir al viajero solicitar la protección divina. 


Grabado de Victoriano Polanco

Este hábito alcanzó su mayor realce con las peregrinaciones hacia los santuarios, siendo el Camino de Santiago buena muestra de ello al estar salpicado su recorrido por numerosos humilladeros. Ante una cruz levantada sobre un pedestal, los peregrinos se postraban para pedir la protección divina ante los peligros de su viaje. En cada región los humilladeros se levantaron con sus propias características arquitectónicas y obedeciendo a varias razones: promesas, recuerdos de los muertos, súplicas de bendiciones. 

Los humilladeros de Ruiloba, como los del resto de Cantabria, no son ajenos a esta devoción, que en nuestra región debió ser fomentada por los franciscanos, ya que es la imagen de San Francisco una de las constantes en los mismos.

                 
            
                                                  Monjes Franciscanos con su cordón de tres nudos y autoridades tolanas

Son los santucos, en palabras del doctor arquitecto Alfonso de la Lastra Villa, como una alegre y bella flor silvestre de nuestra arquitectura popular religiosa, que anda al borde de nuestros caminos campesinos. Sirven para el cobijo del alma y del cuerpo en los días lluviosos y dan frescor en los calurosos; también se reza en ellos cuando se pasa camino del cementerio. Los más rústicos quizás sean los más bellos por su ingenuidad y no son más hermosos por su tamaño, ya que lo que cuenta en esta belleza es la emoción que producen.

Además de la utilidad ya expuesta, recuerdan algún hecho y están para que no se repita si fue malo, o se recuerde si fue bueno. Aunque los veamos esparcidos por las mieses, podemos comprobar que en algún tiempo estuvieron comunicados por un camino ahora en desuso; la modernización y ampliación de las carreteras para adaptarse a los nuevos medios de locomoción hace que alguno en nuestro municipio halla desaparecido, como el que existía al final de la recta de Casasola cerca de los Pozos Azules y, en el mejor de los casos, han sido trasladados de lugar como el de Casasola o el de la recta de Ruilobuca  permaneciendo aún en pie. 

Esto hace que los veamos de paso y no reparemos en los detalles de estos pequeños monumentos religiosos rurales desapareciendo de esta manera el espíritu que los creó.


Grabado similar al anterior, de Leonardo Rucabado

El decreto 2223/1962 del 5 de septiembre declaró Conjunto Histórico el Camino de Santiago a su paso por Cantabria, siguiendo la línea de la costa y en julio de 1993, el Consejo de Gobierno de la Diputación Regional de Cantabria incoa expediente para definir y delimitar el entorno de protección del mismo; esto, en cierto modo, garantiza la continuidad de los que se encuentran en dicho camino, pero es de la voluntad y respeto de los habitantes de Ruiloba de quien depende la conservación del resto.

Aparecen los santucos, por lo general, dentro de una pequeña capilla que no solo sirve para proteger a la cruz de la intemperie, sino también para ofrecer un sitio donde refugiarse al caminante o a quien, cuando las labores del campo eran habituales, le sorprendiese el mal tiempo trabajando. Es por esto por lo que reciben aquí tambien el nombre de “asubiaderos” o lugar donde “asubiar” o guarecerse de la lluvia.

La mayoría de los que encontramos en Ruiloba son de planta rectangular o cuadrada, con el frente abierto y la cubierta apoyada sobre el muro del fondo y los dos laterales. Tienen tejado a cuatro aguas con teja curva (teja árabe), y generalmente rematados con una piedra en la cumbre. El material de construcción es principalmente la piedra, en forma de sillares bien tallados en las esquinas y en los bancos y el resto de las paredes en mampostería, que queda al descubierto en los restaurados y está cubierto con mortero (arena y cal) en los más abandonados; llevan dos bancos de piedra o “poyetes” colocados en el interior adosados a las paredes laterales para esperar pacientemente la escampada.

La distribución interior diferencia dos partes separadas por una reja con barrotes de madera o de hierro, tras la cual y sobre la pared del fondo se encuentra la cruz o una imagen sagrada. A la entrada y con una mayor superficie, con capacidad para unas cuatro personas, se sitúan los bancos. El tillado bajo la cubierta, de madera de castaño o roble así como las viguetas y los barrotes de la reja, torneados o bien de sección cuadrada. Puede ser la reja también de varilla de hierro en los más modernos o de metal blanco fundido (calamina o aleaciones bajas).

Análoga  manifestación de la arquitectura popular a la de nuestros santucos tienen en Galicia denominando a los mismos cruceiros, de los cuales tenemos una representación en nuestro municipio situado en una finca particular.

En estos se pueden distinguir varias partes perfectamente diferenciadas: la basamenta es la parte inferior, consistente en una plataforma formada por varias gradas y un pedestal sobre el que se apoya la columna o fuste y sobre éste el capitel. El capitel puede presentar motivos diversos, distinguiéndose en ésta una representación de la Piedad de Miguel Angel por un lado, y la figura de Cristo en la cruz en el reverso. 

Haremos a continuación un recorrido por los que aún conservamos en nuestro valle y que se sitúan en el recorrido del Camino de Santiago en la Ruta de la Costa:



Distribución de los santucos de Ruiloba a lo largo del la Ruta de la Costa

El primero de ellos lo encontramos en la mies de las Bregadorias junto al cementerio municipal del Helguero. Orientado al Este, de planta cuadrada, sin bancos en su interior y con la reja de barrotes de madera torneada.


(1) Santuco de la mies de las Bregadorias

En su interior aparece una imagen de la Virgen María, pintada sobre la pared del fondo. 


Vista del interior del santuco (1)

El segundo lo encontramos en la mies del Santo del Valle, en Liandres; tambien de planta cuadrada orientado hacia el Sureste. Los bancos laterales corridos con otro sobre la pared del fondo. La anterior reja de barrotes de madera de sección cuadrada, de separación con la imagen del fondo, ha sido sustituida por una de hierro procedente de un cierre de una propiedad particular desechado.


(2) Santuco de la mies del Valle, en Liandres.

El motivo que figura sobre la pared del fondo, es un cuadro de una virgen con un niño en brazos.


Vista interior del santuco (2)

Este santuco aparece recogido en un libro del doctor arquitecto Alfonso de la Lastra Villa "Dibujos y comentarios sobre la arquitectura popular montañesa", en el que aparecen sus dimensiones.


Dimensiones del santuco de la mies del Valle, en Liandres

      Podemos también observar, tallada en una de las piedras de sillería, una fecha: AÑO DE 1861, que pudiera indicar la fecha de construcción del mismo.


Fecha grabada en el muro exterior

Continuando la Ruta, nos encontramos con el siguiente santuco situado en la recta que va del Barrio de la Iglesia a Ruilobuca, en el lugar llamado Sobrejetos. De planta cuadrada como los anteriores, orientado al Este para resguardarse del gallego predominante en el valle y construido con los mismos materiales de piedra y madera.


(3) Santuco de la recta de Ruilobuca

      El interior, dividido tambien en dos zonas, está separado de la que contiene la imagen por una paredilla de ladrillo caravista sobre la que se ha colocado una reja de barrotes de hierro. La cruz, es la que en su día coronaba la cúpula de la iglesia del Barrio. Tiene dos poyetes adosados a las paredes laterales.


Vista del interior del santuco (3)

      Tiene la particularidad este santuco de que, tras las obras de ensanche y mejora de la carretera realizadas en el año 2006 al lado de la cual se encontraba ubicado, fue trasladado de su anterior emplazamiento (unos cien metros más al norte, en el lugar de Bárcena) ya que al haber elevado el nivel de la vía quedaba en una situación que le hacía pasar casi desapercibido.

      Respetando su fisonomía y con los mismos materiales en casi su totalidad (menos la madera y la teja, ya deterioradas) se volvió a construir en el lugar en que ahora se encuentra.


El santuco en su primitivo emplazamiento de Bárcena.

      El interior del santuco en sus orígenes, presentaba una reja de barrotes de madera de sección cuadrada, sobre la cual una pared de ladrillo caravista cerraba el habitáculo de la cruz hasta el techo.


Vista interior del santuco original (3)

      Llegados a la aldea de Ruilobuca, nos encontramos el santuco quizás más peculiar; en primer lugar porque no se encuentra dentro de un asubiadero como los ya vistos; está situado, no se sabe el motivo, orientado al Norte en la fachada de una vivienda particular que en su día perteneció al también peculiar y pintoresco Ico el Portalao.


(4) Santuco de Ruilobuca 

      Su otra particularidad reside en que era la imagen más frecuente en este tipo de construcciones en las que se representaba a San Francisco tendiendo su cordón a las ánimas del purgatorio que surgen de entre las llamas y se agarran a él para salir de las mismas. Recibían el nombre de "santucos de las ánimas" o "aimucas".


Detalle del santuco de las ánimas (4)

      No obstante la particularidad más anecdótica y singular es el haber servido de inspiración al genial y siempre recordado Toñín el Zapatero, para la creación hace más de treinta y cinco años de la fiesta pagana por excelencia de este pueblo de Ruiloba; nacida para resarcir, sobre todo, a niños y gente mayor del pueblo de un día del Mozucu pasado por agua. Eternamente, San Abagán.


¡Oh glorioso Sanbalandrán...!, decía Masio el de la Hayuela.

      Continuando nuestro peregrinar por la Ruta y ya llegados a la aldea de Casasola, en dirección a la Villa de Comillas, nos encontramos con el último de los santucos de nuestro municipio.

    Situado desde sus orígenes en el cruce de carreteras de este barrio, se procedió a su eliminación por el riesgo que su ubicación suponía para el tráfico. Afortunadamente tal y como sucediera años más tarde con el de la recta de Ruilobuca, volvió a edificarse unos cien metros hacia el Oeste en plena recta junto a la Venta de Casasola.


(5) Santuco de la recta de Casasola

     Se utilizó la piedra de sillería y mampostería existente así como la imagen que contenía; teja y maderas fueron repuestas al ser estos materiales los de mayor deterioro.

      Orientado hacia el Norte como el original, es de planta cuadrada con dos poyetes adosados a las paredes laterales y una reja de barrotes de madera de sección cuadrada separa del resto la zona donde se encuentra la imagen.


Vista actual interior del santuco (5)

      Es muy de lamentar el hecho de que la imagen original fuese sustraida, ya que se trataba de una copia policromada de la pintura del Cristo de Velázquez sobre una tabla de madera cruciforme. 


En su actual ubicación pero con la imagen original.

      La imagen estaba pintada sobre una tabla cruciforme de madera con medallones en los cuatro extremos probablemente de finales del siglo XIX. 


Copia del Cristo de Velázquez.

      El estado de conservación que presentaba era más que aceptable, lo que la hacía sumamente apetecible para el expolio que sufrió.


Detalle de la imagen del Cristo.

      En el medallón de la base podía observarse el motivo más característico y frecuente de los santucos, como eran las ánimas intentando salir de entre las llamas del Purgatorio.


Detalle de la base de la cruz.

      Sobre las cabezas de las ánimas del Purgatorio aparecía la de un ángel que observaba el sufrimiento de éstos.


Detalle del rostro del ángel.

      Existió hasta los años setenta otro santuco al final de esta recta de Casasola, a unos quinientos metros del existente en dirección a Comillas, a la altura de los Pozos Azules, el cual sucumbió a la mejora de la carretera adyacente y que no corrió la misma suerte que el de la recta de Ruilobuca o el de Casasola.

      Por último y ya casi abandonando el pueblo de Ruiloba, aparece en una finca particular el ya mencionado cruceiro, versión gallega de nuestros santucos.


(6) Cruceiro, próximo a Comillas.

      La imagen del capitel que puede verse desde la carretera, copia la Piedad de Miguel Angel, representa a la Virgen María con su hijo en brazos.


Anverso del capitel del cruceiro.

      En el reverso de la construcción podemos ver a Jesucristo en la cruz, esculpido todo el conjunto sobre piedra caliza. 


Detalle del reverso.



Bibliografía

- Revista NARRIA de estudios de artes y costumbres populares.
- Dibujos y comentarios sobre arquitectura montañesa popular, del doctor arquitecto Alfonso de la     
   Lastra Villa.
- Grabados de Victoriano Polanco.
- Album de apuntes de Leonardo Rucabado.
- Boletín Oficial de Cantabria.




                                                                      Hasta el día en que desaparezcan, no nos daremos cuenta
                                                                      del alivio que suponía resguardarse bajo su protección
                                                                      y entonces lamentaremos con nostalgia su ausencia.