miércoles, 9 de noviembre de 2016



                                     Manzanas asadas

La manzana es una fruta pomácea comestible, fruto del manzano doméstico (Malus domestica), otros manzanos (especies del género Malus) o híbridos de aquel.
Un elemento más de la explotación agraria medieval, de considerable importancia en las pequeñas explotaciones de la Alta Edad Media, para al autoconsumo familiar y  la elaboración de la sidra.


Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, pomar o pumar es un sitio, lugar o huerta donde hay árboles frutales, especialmente manzanos.
Los pomares se localizaban en los huertos cercanos a las casas, perdiendo su importancia en la Baja Edad Media en la explotación agraria, siendo sustituidos en Cantabria por el viñedo y el cereal, y en los siglos XVII y XVIII por el cultivo del maíz principalmente.
A mediados del siglo XVIII, el Catastro del Marqués de la Ensenada confirma la existencia de manzaneras o pomares en el pueblo de Ruiloba.

Vista general de Ruiloba desde la mina de Ruilobuca.

Como topónimo, tenemos en Ruilobuca (como no podía ser menos), una calle que hace referencia a estos lugares que responde fielmente a la descripción de los mismos: casas con huertos adyacentes, en los cuales raro era no ver manzanos, entre otros frutales.


Calle del Pomar, en Ruilobuca, con sus casa alineadas rodeadas de huertos.

La oferta actual en tiendas y supermercados de una amplia variedad de manzanas de origen foráneo y a lo largo de todo el año, hace que la plantación de las mismas en nuestros huertos haya ido desapareciendo, y con ello las especies locales propias aclimatadas al estas latitudes: reinetas, repinaldas, de “la verruga”, etc.  
Llegados a este punto, difícil es encontrar en nuestro pueblo plantaciones de frutales (y en concreto manzanos), ya que aquellos huertos que generaban un aporte a una economía de subsistencia, han ido dando paso lamentablemente a jardines y espacios de ocio.
Pero en Ruilobuca (y no digo que no existan otras localizaciones aisladas por el resto del pueblo), todavía queda algún manzano “de los de toda la vida” al cual, como no, hemos hecho una visita para “tomar una muestra”.

Las manzanas de Raquel.

La manzana de la discordia es una referencia a la manzana dorada que, según la mitología griega, la diosa Eris destinó para la más bella en la boda de Peleo y Tetis, encendiendo una disputa entre Hera, Atenea y Afrodita que terminaría llevando a la Guerra de Troya.
Así, la «manzana de la discordia» se convirtió en el eufemismo para el centro, núcleo o quid de un argumento, o para un asunto menor que podía llevar a una gran disputa, como es el caso del ingrediente principal utilizado para nuestra receta.
Por cierto Raquel, solo fueron media docena; ya te las pagaré con un tarro de nueces de San Abagán, para que esto no derive en una batalla.
Un postre muy sencillo de elaborar, donde lo mejor del mismo es el aroma a hogar que dejan en casa y evoca recuerdos de la infancia cuando tu abuela las preparaba.


Cogemos la media docena de manzanas que tomamos prestadas en el Solar, las lavamos, las descorazonamos con cuidado de no llegar al fondo para evitar que se les escape el relleno demasiado pronto y las ponemos con el rabo hacia abajo en la bandeja de cristal donde las vamos a asar, añadiendo un poco de agua y una rama de canela en el fondo del recipiente.


Introducimos un poco de azúcar moreno en el hueco de las manzanas y espolvoreamos por la parte de afuera, regándolas con el mezclado de Málaga Virgen y blanco del Miradorio que nos sobró en la bota el día del Mozucu.
Según el gusto de cada uno, también pueden asarse peladas como en este caso.
Ponemos en el horno a 180ºC durante una hora aproximadamente, y cuando hayan cogido colorcillo, las gratinamos hasta que el azúcar se caramelice y listo.



 Después, apagamos el horno y las dejamos hasta que enfríen. Las sacamos y, o bien las degustamos así directamente rociándolas con el almíbar, o las preparamos a nuestro gusto:

 "Concha". Manzana asada con su almíbar y confitura de cerezas.

"Casasola". Manzana asada con sirope de chocolate y cacahuetes.

 "Ruilobuca". Manzana asada en tulipa de chocolate con castañas asadas, nueces y alquejenjes.


"El Barrio". Manzana asada con frutos secos, mermelada de arándanos y miel.

 "Liandres". Manzana asada con natillas.


"Trasierra". Manzana asada en tulipa de barquillo y confitura de frutas del bosque. 

Los de Pando y Sierra, por esta vez, se quedan sin postre. Como en nuestros huertos queda todavía algún que otro peral, les prepararemos unas peras al vino que en estas aldeas siempre supieron combatir el frío con buenos y saludables remedios. Vigilad pues vuestros perales.







domingo, 10 de abril de 2016






Llampas en salsa verde

Un puñado de este recio y arisco manjar por el que un señorito de fino paladar no daría un euro, podría salirte por un ojo de la cara si te pillan con las manos en la masa; pero es el precio que te arriesgas a pagar si quieres zamparte una cazuelita de llampas en salsa verde, pues difícil va a ser que las encuentres en cualquier pescatería o tienda de mariscos del entorno.

Nuestra ensenada de Fonfría

Por supuesto que si no eres de los que las ha comido alguna vez, va a ser la misma sensación que incarle el diente a la suela de la bota que está amarrada al espino del mirador de Yeyo.

Una muestra de la diversidad de fauna marina

Pero este es un plato de untar con pan,  y cada cuatro untás, trago y cigarro. No os voy a desvelar la receta ni las proporciones, que para eso está internet y el poco que hacer. Igual que si hicieseis unas almejas a la marinera; o molestaros en aprender de la cocinera que tenéis en casa, como he tenido que hacer yo.

Ingredientes naturales

Lo que sí es imprescindible es que todos los ingredientes sean robados, para que de esta manera sepan como los besos que también así se obtienen y, por descontado, con denominación de origen de Ruiloba.
A saber: las llampas de Fonfría arrancadas con hábil giro de muñeca, a las que antes de cocinar tendremos purgando en agua con sal como una hora. La guindilla y el ajo, de la que venimos por la mies de coger las llampas, se las arramplamos a Tomasín de esa “huerta del Turia” que riega con las aguas de la Cigoña; el perejil, de Ruilobuca, se lo cogeremos a Pin el del Obispu que nos lo regalaría de mil amores.

La perejilera de Pin

La harina con la que espesaremos la salsa de trigo, pues no va a ser posible encontrarla de maíz en nuestro pueblo ya que las panojas de Lorenzo en aquel rincón del Alpedre, donde las siembra para que le sirvan de soporte a las alubias, aún no se han plantado.
El pan para mojar la salsa (por descontado, de Trasierra), se lo cogeremos a Honorio que se le han pegado las sábanas y todavía no ha cogido la bolsa que le dejó colgada Amalita en la puerta.

Sin saber como, se colaron los muriones al cesto. 

Y, como no podía ser de otra manera, para darle a este plato picante y de profundo sabor a mar un toque de acidez y aroma de hierbas y frutas frescas, tanto para cocinarlo como para degustarlo utilizaremos un aromático vino blanco, que combina muy bien con este tipo de platos; y que mejor vino que el cosechado aquí, en Ruiloba, por los amigos de la Bodega el Miradorio.
Un vino que si bien no ha sido robado, a mí así me lo parece pues para daros envidia os diré que he tenido la suerte de poder disfrutarlo sin tener que pagarlo. No sufráis, que seguro que el año que viene habrá para todos. 



P.D.

Si tenéis la intención de acercaros a coger unas llampas, no os centréis en no ser interceptados por los que van de verde; vigilad el estado de la mar, no vaya a ser que os ocurra lo que a esta pobre vecina de Ruiloba en el año 1808. Mucho ojo!!!