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domingo, 5 de julio de 2015





La Virgen de los Remedios (II)

Las Vírgenes de Galeón iban embarcadas en las naves, y las situaban algunas veces como mascarones de proa, pero más frecuentemente en el puente. Unas tienen un orificio para aferrarlas por la peana, otras se sujetan por un vástago que se introduce en el lugar donde haya de colocarse y tenemos una en Ruiloba, la Virgen del Remedio, que aún conserva varias argollas por donde se la aseguraba para evitar los bandazos en días de mar gruesa.

En lo alto del cantil de la Marina tiene su Santuario que atalaya el mar, en el barrio de Liandres.

La imagen es de poco más de un metro de altura, y posa sus pies sobre una nave desarbolada. Tallada en madera, fue mutilada en la Guerra Civil en 1936 en que le fueron cortados ambos brazos, siendo sustituidos por los articulados que en la actualidad posee.

Diferentes aspectos que hemos conocido de la Virgen del Remedio.

La imagen tiene adheridas varias argollas: en la cabeza una a cada lado; tres en la espalda, una adelante, tres a un lado y dos a otro. Fernando Barreda dice que son “argollas de fragua”, posiblemente colocadas para sujetar la imagen a la cámara del capitán.

La cabeza está ligeramente vuelta e inclinada hacia la izquierda; no lleva toca ni manto tallado, y debido a esto y a la falta de los brazos, y posiblemente del Niño al que debía mirar en su primitiva versión, va siempre vestida de tela, con vestido o túnica y manto, y coronada.

Imagen actual de la Virgen.

Es difícil señalar en esta Virgen qué parte es historia y cuál tradición. Parece que fue traída la imagen por el capitán de un barco irlandés que naufragó en el abra de Fonfría, y dejó al pueblo la imagen que traía como buen católico irlandés en la cámara de su barco. Inmediatamente se hizo una capilla en el mismo pedrero bajo la advocación de la Virgen del Remedio. Por estar tan cercana al mar se consideró inconveniente el lugar, y a finales del siglo XVI se comenzó a edificar otra capilla en el alto del acantilado, donde no sufriera tantos desperfectos, según nos cuenta el Padre Guerín, gran estudioso de la zona, quien dice que así consta en un pergamino del Archivo de Santillana. A principios del siglo XVII estaba terminada la obra de cantería y faltaba aún la parte de carpintería. En 1685, en cumplimiento de una orden recibida del Visitador del Arzobispado de Burgos, se tomaron cuentas a los mayordomos de la ermita del Remedio. Se encuentran referencias a los donativos de los vecinos para la construcción de la ermita y su conservación; había jubileos y se decía misa solemne los cinco domingos siguientes a la fiesta del 2 de julio.

En 1883 se proyectó la reconstrucción de la capilla, reconstrucción que duró cinco años, costeada por todos los fieles. Fue arquitecto D. Casimiro Pérez de la Riva, que gratuitamente planeó y dirigió la obra. Se bendijo el día 5 de mayo de 1888 y se inauguró al día siguiente. En 1893 se reparó la torre. Durante la Guerra Civil, en 1936, estuvo la imagen enterrada y parece que entonces se perdieron los brazos. Creemos que la cabeza ha sufrido diversos repintes debido a tales circunstancias.

Frontal de la ermita de Nª Sª de los Remedios.

Cuenta Fernando Barreda que hubo en la ermita abundantes exvotos (ofrendas hechas a la Virgen en cumplimiento de una promesa o en agradecimiento por un favor recibido) y maquetas de barcos ya desaparecidos, aunque se conservan dos conchas como benditeras, traídas de Extremo Oriente por algún navegante.

Una de las dos benditeras de la capilla.

Como ya dijimos más arriba, la tradición da como origen de la llegada de la imagen a Ruiloba el naufragio de un barco irlandés, a bordo del cual iba la imagen de la Virgen.

En el inventario del Archivo Parroquial se da como fecha probable el año 1456. Fernando Barreda cuenta que, “viendo cercana la muerte, el capitán de dicho navío, que había sido arrojado por las olas de recio temporal hasta las rocas costeras de la ensenada de Fontefrida, hizo solemne voto de construir un templo donde debía estar puesta la imagen de la Santísima Virgen que a bordo de su embarcación llevaba tan piadoso nauta”.

La devoción siempre ha sido muy grande, no sólo en Alfoz de Lloredo sino en toda la costa cantábrica de las Asturias de Santillana. En 1639, Bartolomé López mandó que se dijeran misas por su alma en el Santuario, ya que en 1637, después de haberse llegado a un acuerdo por pleito entablado con la Abadía de Santillana y San Salvador de Oña por la propiedad de la ermita, comenzaron a celebrarse en ella cultos y a elegir los alcaldes el 1º de enero después de la misa del Espíritu Santo.

En 1732, el culto era enorme y obligó al Abad de Oña a pedir que no se celebrara tan a menudo en las otras capillas, en beneficio de la del Remedio, ya que la asistencia a ésta era masiva. En 1804, Domingo de la Riva donó un cáliz, Antonio de la Sierra un incensario y Jacinto Antonio del Pomar una corona.

Corona que actualmente porta la Virgen.

Recibía abundantes limosnas; curiosamente (como vemos por el libro de fábrica), alguna de las cuales en especies que eran: limosna de trigo, limosna de maíz y limosna de besugos, que en 1679 ascendió esta última a 36 reales. Cuidaba el Santuario una freila o beata, que en 1682 era Toribia de Llanos. En 1883 el Gobernador Eclesiástico pidió al párroco que de las limosnas de los fieles se encargase la reconstrucción de la capilla convocando a las familias más pudientes de Ruiloba, quienes acordaron por unanimidad restaurar la capilla; duró cinco años la obra, como ya hemos dicho.

Sobre la puerta de entrada, un recuerdo a los benefactores.

Actualmente se sigue celebrando la fiesta con toda solemnidad el día dos de julio, consagrado a la Visitación de Nuestra Señora. Se saca en procesión la imagen por la Marina, teniendo un encuentro con otra procesión salida de la parroquia, que lleva la imagen de Santa Isabel; en el momento del encuentro de las dos imágenes que representan a las dos primas en su santa visita, se hacen tres genuflexiones y regresan juntas al Remedio, quedando allí recogidas hasta el último domingo de agosto, festividad de los Santos Mártires, patronos de la Diócesis, en que regresa la Virgen a la Marina después de haber presidido las fiestas del pueblo y la Novena de la Asunción.

Imágenes del pasado de una tradición que sigue viva.

Es de gran devoción, como ya dijimos, entre la gente del mar y el Cabildo de Mareantes de Comillas tiene voto el segundo día de Pascua Florida, en que se oye misa y se cantan con acompañamiento de panderos los picayos “a la Virgen del Remedio”, que veremos. Una coplilla popular canta a María:

                       ¡Válgame Nuestra Señora
                       válgame el Señor San Pedro,
                       ¡válgame Nuestra Señora
                       que es la Virgen del Remedio!

Cantan los picayos del Remedio de Ruiloba:

                     Como es costumbre en Ruiloba
                     y viene de antigüedad,
                     a la Virgen del Remedio
                     le venimos a cantar.

                     Son los Remedios la concha
                     y la Virgen rica perla,
                     y los hijos de Ruiloba
                     van delirantes a verla.

                    Ya nos vamos acercando
                     a tus pies, Virgen Sagrada,
                     para ir en procesión
                     a recorrer tu morada.

                    Hoy, Virgen de los Remedios,
                    te venimos a cantar
                    para recordar el día
                    que al pueblo te trajo el mar.

                    Desde entonces tú proteges
                    a las lanchas pescadoras;
                    eres el faro divino
                    de los hijos de Ruiloba, etc.


Bibliografía:

Mª del Carmen G. Echegaray
Santuarios marianos de Cantabria







viernes, 20 de febrero de 2015



La Virgen de los Remedios (I)


Todos los tolanos mantenemos vivo en nuestra memoria el relato que cuenta como la imagen de la Virgen de los Remedios arribó a nuestra costa y los avatares y circunstancias en que lo hizo, así como el porqué de su primitivo emplazamiento y su posterior traslado al paraje que ahora ocupa, de todos conocido.

Portada de un libro de Jesús Cancio, con su imagen.

Lo que posiblemente no todos sabíamos es que el relato de dicho acontecimiento lo realiza Jesús Cancio en el libro "Del solar y de la Raza", que escribió conjuntamente con Adriano García Lomas, en el que, en el capítulo 5, describe magistralmente con el estilo que le caracterizaba este suceso, dotando al mismo de un carácter que llega al punto de hacerlo verosímil para sus devotos.
  

. Portada del libro editado en 1928.

Es el que se transcribe a continuación:

"La tradición no puede ser más bella, ni puede estar rodeada de una emoción marinera de mayor intensidad. Hace ya muchos, muchísimos años, y en una noche de invierno helada y muda como una tumba, navegaba rumbo al este una fragata irlandesa frente a la costa de Fuentefría, aprisionando apenas entre sus lonas las indolentes ráfagas del terral, y meciéndose a su impulso con lentitud solemne y majestuosa en el vaivén del nido de las algas. De pronto, apagose de racha en racha el quedado respiro de la brisa, y se cernió sobre la muerta naturaleza esa calma magnífica que precede a las galernas espantosas. Aquella calma, se tradujo en tempestad de muerte para el apuesto capitán, quien, al decir de la leyenda, era un mozo rubio, alto y fornido como un trinquete, decidido y valiente como un jabato, y punto menos prendado sin duda de su navío que de la linda dueña de sus amores que a su bordo por vez primera conducía. No había capeado jamás el joven marino la bravura indomable del Cantábrico, y en su pecho sereno y vigoroso latió por unos instantes la zozobra febril de lo desconocido.



Dominando la alta cumbre vecina apareció por el sudoeste un nubarrón inmenso, que enfureció más y más la maciza sombra de la noche, partida a poco en dos por la nerviosa claridad de un rayo, al que sucedió sin la menor tardanza el rugido lejano y pavoroso de un trueno gigantesco. Dejáronse sentir las primeras palpitaciones, los confusos aleteos de un aire húmedo y frío, de un frío de muerte, y el presentimiento cruel de la tragedia trazó un gesto de asombro en los rostros exóticos de los que tripulaban la histórica fragata, la que, aprovechando los primeros balbuceos del vendaval, cerró el timón a babor pausadamente, cayó hacia el norte hasta recibir de través las sacudidas a cada instante más vigorosas de la galerna, comenzó a dar bandazos descomunales, que hicieron rechinar con espanto su esbelta y complicada arboladura, permaneció un momento indecisa, como dominada por un temor indescriptible, inició al fin la virada hacia el oeste, hasta lograr entre grandes cabeceos poner la armura de babor al viento, cazó la botavara al medio, tensó rápidamente las escotas de los foques, arrió los juanetes, aferró los velachos, cargó, en suma, cuanto aparejo pudiera estorbarle para la defensa, y tras de horribles pantocazos, cuyos ecos pavorosos helaban en ocasiones el corazón de los infortunados marinos, se balanceó sobre el temblor cada vez más intenso de los mares, con arrogancia viril y retadora.


Momentos más tarde, era toda la mar un torbellino, y en tanto la fragata, presa de un vértigo horrible, se tambaleaba en la encrespadura gigantesca y en la profunda sima de las aguas, las salvajes convulsiones del desencadenado temporal, como sirenas de maldición, como alaridos del Genio del mal, como marchas triunfales de la mortandad más espantosa, como reptiles monstruosos de sacrílegos presagios, bramaban y se retorcían entre las jarcias, y entre los pliegues cada vez más pronunciados del oleaje, y corrían, corrían alocadas a estrellarse contra los recios acantilados de la costa, cuyas raíces parecían estremecerse a los azotes durísimos, a los zarpazos sin cuento de las alborotadas espumas. Una ola soberbia, magnífica, un maretazo descomunal y preñado de cuantos sones de exterminio fueron sobre la tierra, abordó súbitamente la espaciosa cubierta del majestuoso navío, y lanzándole en vertiginosa deriva contra los vivos escollos cercanos, desguarnió con estrépito sus cuadernas, hizo saltar hecho trizas su aparejo, y arrebató de él a sus consternados tripulantes, la mayor parte de los cuales desaparecieron para siempre entre la masa informe de jarcias y de espumas, de lonas y de astillas. Los ayes de desolación del capitán y de la linda dueña de sus amores, apagaban de vez en vez el sonoro rodar de la tormenta y se adentraban en las cavernas sombrías de la costa solitaria, entre cuyos repliegues, agonizaba, al fin, el empuje brutal de la resaca, tras un sollozo, lento, agudo y palpitante.

Mar embravecido en la ensenada de Fonfría, escenario del naufragio.

Todo sabía a dolor y a pesadumbre en aquella noche trágica; y cuando los dos enamorados tenían perdida toda esperanza de redención, cuando confundidos en un abrazo supremo se sentían desfallecer entre el fragor a cada instante más impetuoso de las aguas, una mano invisible y providencial, condujo hasta las suyas un modelado trozo de madera, asidos al cual, lograron arribar de tumbo en tumbo a la anhelada orilla. Aquella tabla de salvación, era una talla finísima de la Virgen del Remedio, que desde hacía varios años presidía la paz del camarote del apuesto capitán, a quien movió tanto a gratitud el milagro que con él y con la hermosa dama de sus predilecciones se había dignado obrar la venerada Imagen, que, apenas se repuso de la tremenda impresión padecida durante el naufragio, erigióla un altar, que levantó por sus propias manos y en el recodo mismo de la costa en que la Santa le librara de la muerte más cierta y temida, de la más lenta y cruel de las agonías, un altar tan sencillo y tan recio como su fe inquebrantable de cristiano, pues que a falta de material más a propósito, empleó en su construcción los deformados pedruscos que la mar en su bárbara pelea había logrado arrancar de tarde en cuando de los indomables cantiles ribereños.

Imagen original de Nuestra Señora de los Remedios.

Desde entonces, fue la legendaria Virgen marinera, norte seguro y faro luminoso de los navegantes de todos los caminos, y tantos y tan señalados favores dispensó a sus devotos, que la fama de su soberano poder se extendió de día en día, y en tal manera, que llevó hasta su ingenuo Santuario multitud de peregrinos de los más apartados lugares, y dio origen a que los habitantes de Ruiloba, llenos de cristiano orgullo, consagrasen a la preciada escultura, la fastuosa capilla que hoy se yergue majestuosa sobre el pintoresco altozano de “la Marina”; y de entonces debe datar, sin duda, también, el siguiente piadoso glosario, que con tanta unción repetían antaño los naturales del Valle de Alfoz de Lloredo en horas de incertidumbre y desesperanza:

                                              ¡Santa Virgen del Remedio,
                                          Reina de los navegantes,
                                          Madre de Misericordia,
                                          Dios te salve!

                                          Consuelo de los que gimen
                                          en este apartado valle,
                                          Lucero de la mañana,
                                          Faro de los caminantes,
                                          sostén de los pecadores
                                          y alivio de nuestros males…
                                          ¡Santa Virgen del Remedio,
                                          Dios te salve!

                                          Si las olas se enfurecen
                                          y nuestras lanchas se abaten,
                                          ¡Santa Virgen del Remedio,
                                          Dios te salve!

                                          Si lo mismo en la baera
                                          que en las más foranas mares,
                                          abayonamos la proa
                                          huyendo de tempestades,
                                          ¡Santa Virgen del Remedio,
                                          Dios te salve!

                                          Si con la calma más chicha
                                          se apaila nuestro velamen,
                                          si no abracamos la pesca
                                          que mitiga nuestras hambres.
                                          ¡Tu nos sacas, Virgen Santa,
                                          de esta vida miserable!
                                          El rumor de nuestras quillas,
                                          el gurrir de nuestras naves,
                                          dice siempre Dulce Reina,
                                          Dios te salve

                                          ¡Santa Virgen del Remedio,
                                           Reina y Madre,
                                           vuelve hacia nos los tus ojos,
                                           mitiga nuestros pesares,
                                           y haznos lograr las promesas
                                           que Dios hizo a los mortales!
                                           ¡Santa Virgen del Remedio,
                                           Dios te Salve!


No hace aún muchos años, y entre otras piadosas costumbres de análogo estilo, existía entre los pescadores de Comillas, la de entonar devotamente una Salve a la Virgen del Remedio al atravesar por primera vez la barra a cada cambio de costera, y si era esta última la denominada del besugo, época en que las embarcaciones solían hacerse a la mar en plena noche, la clásica oración pronunciada en aquella vasta y sombría soledad por aquellos hombres corpulentísimos del más recio temple y de la más adusta lámina, tenía todo el valor de un canto de epopeya".





domingo, 24 de febrero de 2013




El Romance del Conde de Lara (III)



Las danzas cantadas, o el canto danzado (la primacía de un elemento sobre el otro tiene interés sobre todo desde el punto de vista histórico, bien como canto que se aplica a una danza preexistente, bien como danza que se crea para coreografiar un canto, bien como danza y canto que surgen a la vez), han existido en España desde la antigüedad. Con  toda  razón  dice  Menéndez  Pidal: El  baile acompañado del canto es la manifestación de arte popular más completa y acabada, concurriendo en ella los instrumentos, la voz, la poesía y la rítmica coreográfica.

Eran  costumbre propia  de  gente rústica  y  labradora, aunque lo más  probable  es  que esa  costumbre  popular  derivase de otra caballeresca medieval; las danzas romancescas  eran  conocidas, por lo menos, en toda  Castilla  la  Vieja, en  tierras  de  Salamanca y  de  León  y en  las Asturias  de Santillana.


Los instrumentos característicos utilizados en la danza eran las  castañuelas  y  el  pandero que  son  instrumentos, junto  con  el tambor, típicos del folklore más arcaico, siendo algunos romances  específicos, y  no cualquiera, propios para la danza.

Con la intensa exploración  del  romancero  por  tierras  españolas, realizada  directamente unas veces por el matrimonio Menéndez  Pidal y  alentada otras veces sobre sus colaboradores, fue como se conocieron  los  bailes  antes absolutamente ignorados como el baile a  lo llano de Ruiloba.

Maria Cruz Morillón

Detrás  de  él, como ya vimos,  la  Revista  Estampa  el 9  de septiembre de  1930 publicó un reportaje del baile  con descripción  de la  danza,  con  muchos  elogios  sobre  el  romance  de  El Conde  Sol (también  llamado  la  Boda  Estorbada  o  La  Condesita) que se  cantaba como propio  del baile y  con no pocas suposiciones sobre su origen y carácter.

 Bailadoras y pandereteras del reportaje de la revista Estampa.

En septiembre de 1931, Eduardo Martínez Torner, musicólogo del Centro de Estudios Históricos, vino también a recoger datos sobre los romances en Ruiloba y después,  aunque  sólo  de  pasada  y  sin  ningún  dato novedoso, en  1948 vuelve  a mencionarlo  Sixto Córdoba  y Oña  en su Cancionero  de  Santander.

Kurt Schindler (Berlin 1882 - New York 1935) especializado en dirección de coros y recolección de música popular, recibió de la Universidad de Columbia (Estados Unidos) el encargo de realizar una grabación de campo de la música popular de España y Portugal.

Fotografía de Kurt Schindler

Schindler acepta el encargo, abandona la dirección de la Schola Cantorum de Nueva York y viaja a España en 1928, donde entra en contacto con los investigadores del Centro deEstudios Históricos y con la riqueza del folklore peninsular; la Universidad de Columbia le había proporcionado una grabadora portátil de la marca Fairchild Aerial Company con la que podía impresionar directamente las canciones en discos de aluminio.

 Kurt Schindler, en compañía de Ramón Menéndez Pidal y sus hijos Jimena y Gonzalo, 
tuvo oca­sión en 1932 de contemplar los bailes romancísticos del Norte de España.

La recolección de cantos populares realizada por Kurt Schindler, grabados por diversos pueblos españoles (diez horas de música en 160 discos), representa el fondo más antiguo de este tipo de recopilación.


Entre julio de 1932 y enero de 1933 recorre Santander, Ávila, Zamora, Cáceres, Badajoz y Miranda do Douro. En el año 1933 recopila melodías en Ruiloba, teniendo como informantes a Maria Cruz Morillón y Luisa Escalante.  

 El "Baile a lo llano" de Ruiloba (21-VIII-1932). En las fotografías sacadas por Schindler 
(conservadas en la Híspanic Society) se distingue a Ramón Menéndez Pidal y a su hija 
Jimena entre el público.

Finalizado su trabajo, regresa a Estados Unidos, dejando en el Centro de Estudios Históricos una colección de copias de sus discos y la grabadora, hoy desaparecida. 

https://www.youtube.com/watch?v=IRAKP8RJ5Ho 

Tras indagar sobre el paradero de estas grabaciones, el Centro Etnográfico Joaquín Díaz en Urueña (Valladolid), localizó la única copia que en la actualidad se conservaba en España; esta copia contiene las grabaciones realizadas por Schindler en España y Portugal entre los años 1928 y 1932 y procedió a su adquisición, que resultó muy costosa, cediendo una copia digital al Archivu de la Música Tradicional del Muséu del Pueblu d’Asturies en Gijón para su custodia y estudio.


La única publicación de sus trabajos en España la realiza Federico de Onís en 1941: Folk music and poetry of Spain and Portugal / Música y poesía popular de España y Portugal" 1ª edición de la "Hispanic Institute in the United States" (New York 1941).



viernes, 22 de febrero de 2013


     

El Romance del Conde de Lara (I)


          Durante el verano de 1930, Ramón Menéndez Pidal y María Goyri, en compañía de su hijo menor Gonzalo, viajan por Asturias y Cantabria con el propósito de presenciar (o volver a pre­senciar) los bailes regionales o locales relacionados con el Romancero ("los bailes romanceados"). 

         Sin duda, las aficiones fotográficas de Gonzalo influyen en la incorporación de documentación gráfica al proyecto de Epopeya y Romancero, ya que, en estas jornadas, no se conforman con "des­cribir" los bailes, sino que, a la vez, los filman. Desde luego, los viajeros no asisten a unos actos folklóricos espontáneos, sino a unos bailes que se organizan con ocasión de la visita del ilustre Pre­sidente de la Academia Española y atraen a la prensa regional  y hasta a las autoridades locales.


Menéndez Pidal y su esposa María Goyri.

        La gira de Menéndez Pidal comenzó por Cantabria. En Ruiloba le esperaba un baile a lo llano, que el médico Prudencio Fernández Regatillo organizó en honor suyo y del doctor Ángel Gutiérrez, el ilustre montañés emigrado a Buenos Aires, mecenas del Atlas lin­güístico y del Romancero que Menéndez Pidal estaba preparando. María Goyri, con algunas adiciones y correcciones de Ramón Menéndez Pidal (que destaco entre corchetes) describió así el espectáculo en un apunte manuscrito:

    "Es 31 de julio de 1930. Desde Santander a Ruiloba. El pueblo nos recibe en fiesta; todos es­tán en la plaza. Los danzadores con sendas varas adornadas de colores, simbolizando las lan­zas, forman con ellos túnel para que pasemos por debajo a entrar en el Ayuntamiento. Allí nos entregan copias del romance que cantarán.

En la plaza de la "casetuca", del Barrio

       Vamos a la plaza, pequeña, tal como es el pueblo. Los danzantes van con camisa y pantalón blancos, ceñidos con fajas de colores. Las mozas llevan largos y amplios refajos de paño, unos granate, otros morados, adornados con franjas de terciopelo del mismo color, camisas blancas, y corpiños. Seis mozas [puestas en fila] tocan el pandero, zarandeándolo con golpes que dan en el aro con la mano derecha, [y comienzan el canto del primer verso de 16 sílabas]. Las otras mo­zas andan dispersas y los mozos forman grupo. Uno de estos [mozos] se destaca, repica las cas­tañuelas y bailando se dirige a una moza, [al llegar] ante la cual hace una [profunda inclinación del cuerpo], ella le desdeña y él se retira bailando siempre de cara a ella; pero no se da por ven­cido, sino que vuelve una segunda vez sin lograr su propósito, y una tercera, esforzándose pro­gresivamente en los saltos y trenzados. [Al acabar esta tercera reverencia, obtiene un gesto de aceptación] de la moza, la cual sale bailando majestuosamente con movimiento reposado de los brazos que lleva casi caídos. El refajo campanea lentamente; a veces parece que la moza esquiva al mozo y casi de espaldas le mira de soslayo, mientras que él repiquetea y baila sin descanso sin perderla un momento de vista. Mientras esta pareja baila al rededor de la plaza, otro mozo ha conquistado a otra moza y así se continúa hasta que ya todos están en la danza. Van luego [re­tirándose a descansar al lado de las cantadoras en el orden que empezaron]; el mozo hace reve­rencia a la moza, a la que ella contesta con un gracioso movimiento de las manos y la cabeza".

  Ninu, de Trasierra, y Danielín de Liandres


          Todo el tiempo que dura la danza las mozas de los panderos siguen tocando y cantan el ro­mance del Conde Sol: Dos versos (de 8 sílabas), ligera pausa, durante la que inclinan hacia adelante los panderos; repican estos igual tiempo que el que tardaron en cantar, y vuelve a en­tonar otros dos versos.


        El pueblo de Ruiloba "porque es danzante más que futbolero" (como diría en un "soneto", escrito para esa ocasión, el Secretario del Juzgado)  había recobrado en 1919 la danza, des­pués de prolongado olvido, y en aquel año de 1930 se sentía orgulloso del éxito que con ella había alcanzado en "El Pueblo Español", de la Exposición de Barcelona de 1929-1930. A la fies­ta del 31 de Julio de 1930 acudió incluso el Gobernador de la Provincia, Juan Díaz Caneja, y el espectáculo dio lugar a que el periódico gráfico, de difusión nacional, "Estampa" dedicara al Baile a lo llano un extenso reportaje (9-IX-1930), muy bien ilustrado.




Del blog "La cuesta del zarzal".

jueves, 7 de febrero de 2013



El Romance del Conde de Lara (II)

El Baile a lo Llano ha despertado la curiosidad de las gentes. Vive en plena y saludable actualidad. Aun en la Montaña una gran parte de la opinión se detiene ante el corro y exclama: Pero, ¿esto tan señorial, tan dulce y tan evocador, se baila aquí?. El Baile a lo Llano, privativo, no sabemos por que causas, del pueblo de Ruiloba y su jurisdicción – ese rincón admirable del Oeste de la Montaña - , había envejecido y había muerto. El Romance del Conde del Sol no sonaba bien a las nuevas generaciones, y otras danzas más a tono con el espíritu de la época desplazaron al baile tradicional. Y no había pasado cosa importante, por que el hecho de que algunos viejos del lugar añorasen la añeja y lenta tonadilla, ritmo de una juventud más romántica, no contaba en el ánimo de los innovadores. Y un buen día alguien recordó que se acercaba la fecha de centenario de un acontecimiento fuertemente ligado a las tradiciones del valle: el voto del Remedio. Un voto evocador de la fe de un navegante irlandés, que hubo de jurar con la construcción de un templo haber visto la aparición y recibido el auxilio de la Virgen cuando el mar Cantábrico había ya tomado para sí su vida.

Concertáronse las voluntades de modo tal, que el 2 de julio de 1919 fue día de fiesta mayor con toda la solemnidad y todo el alborozo de que los hombres serios y el mocerío del valle fueron capaces. Y ese mismo día, tan representativo e la tradición comarcana, se bailó cumplidamente de nuevo – hubo viejecita que abandonó el lecho para aleccionar – el viejo “baile a lo llano”. Junto a la iglesia del Remedio comenzó su segunda vida.

De entonces a estos días, su profunda condición localista solo se ha visto turbada por fugaces exhibiciones en Santander y en el Pueblo Español, de la exposición de Barcelona.

Pero el cerebro maravilloso de un hombre, el señor Menéndez Pidal, acude ahora a la plaza del mundo entero y pregona el prestigio folklórico y artístico de “Baile a lo llano”. En torno al sabio español, que extiende y enriquece en estos momentos su gigantesca obra sobre el “Romancero” bajo los auspicios de la Sociedad Hispánica, de Nueva York, se congregan multitudes de todos los países y escuchan y conocen la historia y los méritos de la danza montañesa.


Ruiloba tiene un hijo más, con legítimas ambiciones, que sale por fin un día a la conquista de venturas …

¡Quien sabe de los verdaderos primeros días del “Baile a lo llano”…” ¿Dónde nació? ¿Es, como ha llegado a sospecharse, una parodia cortesana? ¿De que siglo recoge el espíritu sincero y señorial que es fundamento de todas sus figuras?

 El “Baile a lo llano”, sin duda, es uno de los contadísimos casos en España de romance tradicional coreado y bailado. También parece incuestionable que ese romance es el más antiguo de cuantos se han recogido de la tradición oral.

Don Amador de los Ríos lo escuchó y transcribió en Andalucía a mediados del siglo pasado, y lo legó al tesoro de nuestras tradiciones populares con su título original de “Romance del Conde Sol”. Pero este título, sustituido definitivamente por la pluma del Sr. Menéndez Pidal con el de “La Boda Estorbada”, estuvo en muchos casos desplazado por otros menos adecuados y correspondientes. En Ruiloba mismo, donde el nombre del Conde de Lara encabeza la composición. Hablábamos antes de la casi singularidad – permítasenos el término – de esta danza montañesa y no nos apartamos ciertamente de la verdad. De su tipo no conocemos otras que la “danza prima” de Asturias, y el “baile de a tres”, de las Navas del Marqués. En una se canta la dulce letra de “¡Ay, una moza galana de esta villa!” y en la otra el “Romance de Gerineldo”.

Por cierto – el hecho es curioso y a señalarlo tienden principalmente las someras citas anteriores – que hubo un tiempo en que el “Baile a lo llano” se siguió sin interrupción las letras de los romances del Conde y de Gerineldo. Más aquella danza debía de durar una eternidad, y estamos seguros de que la modalidad no tuvo una existencia muy larga. El buen sentido fue, poco a poco, haciendo su obra, y en los tiempos presentes el “Baile a lo llano” ofrece un perfecto equilibrio entre el gusto artístico, la resistencia física, y el concepto sensato de lo espectacular.

Detrás de Menéndez Pidal hemos ido nosotros a Ruiloba. A partir de la visita del ilustre académico, Ruiloba había cobrado calidad de motivo periodístico.


Ruiloba era una destacada nota de la actualidad y había que traerla al periódico. Pero justo es que pongamos las cosas en su punto y que digamos que, sin el auxilio de un hombre tan inteligente y tan positivamente prestigioso como el Doctor D. Prudencio Fernández Regatillo, hubiéramos fracasado en nuestra empresa. Los bailadores y las bailadoras son sencillas gentes de pueblo, dedicadas a las faenas del campo, y el intentar reclutarlas para componer el cuadro de la danza suponía tanto – aparte la contrariedad inicial de las escasas posibilidades de buen éxito – como andar por lomas y vegas durante todo el santo día. El Sr. Fernández Regatillo hizo circular, sencillamente, este consejo: “Quieren hacer del baile una información para ESTAMPA, y debéis estar convenientemente preparados tal día a cual hora”; y aquí está la información como testimonio de su ascendencia.


Las bailadoras y los bailadores, rodeados del pueblo en masa, nos reciben con una respetuosa cordialidad. Parece que los trajes típicos que han vestido por unas horas les imponen aquella simpática disciplina. Junto a las mozas, con los ojos iluminados por el recuerdo de que ellos también se vieron así, algunos viejecitos y algunas viejecitas siguen nuestros movimientos con explicable curiosidad. Hace setenta años, cuando yo bailaba a lo llano …-nos cuenta uno.


El baile ha cambiado bastante –declara abiertamente otra -. En mis tiempos de moza había más pasos ( ¿). Si estos chicos (¿) aprenderlo mejor que lo saben, y ya verá usted, señor, que gracia ponen los condenaos, todavía yo podría …

Alguien da la orden de empezar.


Las mozas con una maravillosa intuición artística - ¿son las mismas estas mujercitas finas y sonrientes que unas horas antes quemaban sus cuerpos al sol de agosto bajo unos trajecillos ligeros en la pradera? – escogen las posturas de más exacta naturalidad. El escenario es un rincón de luz, sombreado por altos castaños, vigilantes de aquella dulce paz en una suave colina. Los pies se hunden deliciosamente en una alfombra de hierba. Fórmanse en un lado los bailadores, suenan los parches y las melodiosas vocecitas de las panderetas y el baile da comienzo …


“Allá arriba en la Abadía,
en aquella noble ciudad,
nombran al Conde de Lara
de capitán general …”


El “Baile a lo llano” – nos lo dicen con claridad descriptiva admirable sus cuatro figuras –tiene esta interpretación: Día de fiesta; en el baile. El mozo acude ante la elegida de su corazón y la invita a salir al corro con unas reiteradas y respetuosas reverencias. Ella se resiste; su indiferencia es de hielo. Pero accede al fin, y en una vuelta bellamente premiosa, como si dudase aún, sale al corro y baila. Sus pasos, cortos, lentos y firmes; sus brazos, recogidos como con timidez; su busto, erguido, van hablando de enojos, de displicencia, de soberanía de toda ella sobre el animo del cuitado cortejador, que baila con ritmo más ligero, como esperanzado de que la pleitesía y la razón de sus buenos propósitos, que lo dicen todo en la insistencia respetuosa del cortejo, convencerán y triunfarán. El baile termina con una vuelta más ligera en la mujer; una vuelta alegre, casi desenfadada. Parece decir: “Lo he pensado mejor. Confía.”


Así hemos visto nosotros el “Baile a lo llano”, cuya belleza rítmica ni puede expresarse con la pluma ni reflejarse con la máquina de un reportero gráfico.



Antonio MORILLAS

Santander, agosto de 1930

(Fotos Samot)