El Romance del Conde de Lara (II)
El Baile a lo
Llano ha despertado la curiosidad de las gentes. Vive en plena y saludable
actualidad. Aun en la Montaña
una gran parte de la opinión se detiene ante el corro y exclama: Pero, ¿esto
tan señorial, tan dulce y tan evocador, se baila aquí?. El Baile a lo Llano,
privativo, no sabemos por que causas, del pueblo de Ruiloba y su jurisdicción –
ese rincón admirable del Oeste de la
Montaña - , había envejecido y había muerto. El Romance del
Conde del Sol no sonaba bien a las nuevas generaciones, y otras danzas más a
tono con el espíritu de la época desplazaron al baile tradicional. Y no había
pasado cosa importante, por que el hecho de que algunos viejos del lugar
añorasen la añeja y lenta tonadilla, ritmo de una juventud más romántica, no
contaba en el ánimo de los innovadores. Y un buen día alguien recordó que se
acercaba la fecha de centenario de un acontecimiento fuertemente ligado a las
tradiciones del valle: el voto del Remedio. Un voto evocador de la fe de un
navegante irlandés, que hubo de jurar con la construcción de un templo haber
visto la aparición y recibido el auxilio de la Virgen cuando el mar
Cantábrico había ya tomado para sí su vida.
Concertáronse
las voluntades de modo tal, que el 2 de julio de 1919 fue día de fiesta mayor
con toda la solemnidad y todo el alborozo de que los hombres serios y el
mocerío del valle fueron capaces. Y ese mismo día, tan representativo e la
tradición comarcana, se bailó cumplidamente de nuevo – hubo viejecita que
abandonó el lecho para aleccionar – el viejo “baile a lo llano”. Junto a la
iglesia del Remedio comenzó su segunda vida.
De entonces a
estos días, su profunda condición localista solo se ha visto turbada por
fugaces exhibiciones en Santander y en el Pueblo Español, de la exposición de
Barcelona.
Pero el
cerebro maravilloso de un hombre, el señor Menéndez Pidal, acude ahora a la
plaza del mundo entero y pregona el prestigio folklórico y artístico de “Baile
a lo llano”. En torno al sabio español, que extiende y enriquece en estos
momentos su gigantesca obra sobre el “Romancero” bajo los auspicios de la Sociedad Hispánica ,
de Nueva York, se congregan multitudes de todos los países y escuchan y conocen
la historia y los méritos de la danza montañesa.
Ruiloba tiene
un hijo más, con legítimas ambiciones, que sale por fin un día a la conquista
de venturas …
¡Quien sabe
de los verdaderos primeros días del “Baile a lo llano”…” ¿Dónde nació? ¿Es,
como ha llegado a sospecharse, una parodia cortesana? ¿De que siglo recoge el
espíritu sincero y señorial que es fundamento de todas sus figuras?
El “Baile a lo llano”, sin duda, es uno de los
contadísimos casos en España de romance tradicional coreado y bailado. También
parece incuestionable que ese romance es el más antiguo de cuantos se han
recogido de la tradición oral.
Don Amador de
los Ríos lo escuchó y transcribió en Andalucía a mediados del siglo pasado, y
lo legó al tesoro de nuestras tradiciones populares con su título original de
“Romance del Conde Sol”. Pero este título, sustituido definitivamente por la pluma
del Sr. Menéndez Pidal con el de “La Boda
Estorbada ”, estuvo en muchos casos desplazado por otros menos
adecuados y correspondientes. En Ruiloba mismo, donde el nombre del Conde de
Lara encabeza la composición. Hablábamos antes de la casi singularidad –
permítasenos el término – de esta danza montañesa y no nos apartamos
ciertamente de la verdad. De su tipo no conocemos otras que la “danza prima” de
Asturias, y el “baile de a tres”, de las Navas del Marqués. En una se canta la
dulce letra de “¡Ay, una moza galana de esta villa!” y en la otra el “Romance
de Gerineldo”.
Por cierto –
el hecho es curioso y a señalarlo tienden principalmente las someras citas
anteriores – que hubo un tiempo en que el “Baile a lo llano” se siguió sin
interrupción las letras de los romances del Conde y de Gerineldo. Más aquella
danza debía de durar una eternidad, y estamos seguros de que la modalidad no
tuvo una existencia muy larga. El buen sentido fue, poco a poco, haciendo su
obra, y en los tiempos presentes el “Baile a lo llano” ofrece un perfecto
equilibrio entre el gusto artístico, la resistencia física, y el concepto
sensato de lo espectacular.
Detrás de
Menéndez Pidal hemos ido nosotros a Ruiloba. A partir de la visita del ilustre
académico, Ruiloba había cobrado calidad de motivo periodístico.
Ruiloba era
una destacada nota de la actualidad y había que traerla al periódico. Pero
justo es que pongamos las cosas en su punto y que digamos que, sin el auxilio
de un hombre tan inteligente y tan positivamente prestigioso como el Doctor D.
Prudencio Fernández Regatillo, hubiéramos fracasado en nuestra empresa. Los
bailadores y las bailadoras son sencillas gentes de pueblo, dedicadas a las
faenas del campo, y el intentar reclutarlas para componer el cuadro de la danza
suponía tanto – aparte la contrariedad inicial de las escasas posibilidades de
buen éxito – como andar por lomas y vegas durante todo el santo día. El Sr.
Fernández Regatillo hizo circular, sencillamente, este consejo: “Quieren hacer
del baile una información para ESTAMPA, y debéis estar convenientemente
preparados tal día a cual hora”; y aquí está la información como testimonio de
su ascendencia.
Las
bailadoras y los bailadores, rodeados del pueblo en masa, nos reciben con una
respetuosa cordialidad. Parece que los trajes típicos que han vestido por unas
horas les imponen aquella simpática disciplina. Junto a las mozas, con los ojos
iluminados por el recuerdo de que ellos también se vieron así, algunos
viejecitos y algunas viejecitas siguen nuestros movimientos con explicable
curiosidad. Hace setenta años, cuando yo bailaba a lo llano …-nos cuenta uno.
El baile ha
cambiado bastante –declara abiertamente otra -. En mis tiempos de moza había
más pasos ( ¿). Si estos chicos (¿) aprenderlo mejor que lo saben, y ya verá
usted, señor, que gracia ponen los condenaos, todavía yo podría …
Alguien da la
orden de empezar.
Las mozas con
una maravillosa intuición artística - ¿son las mismas estas mujercitas finas y
sonrientes que unas horas antes quemaban sus cuerpos al sol de agosto bajo unos
trajecillos ligeros en la pradera? – escogen las posturas de más exacta
naturalidad. El escenario es un rincón de luz, sombreado por altos castaños,
vigilantes de aquella dulce paz en una suave colina. Los pies se hunden
deliciosamente en una alfombra de hierba. Fórmanse en un lado los bailadores,
suenan los parches y las melodiosas vocecitas de las panderetas y el baile da
comienzo …
“Allá arriba
en la Abadía ,
en aquella
noble ciudad,
nombran al
Conde de Lara
de capitán
general …”
El “Baile a
lo llano” – nos lo dicen con claridad descriptiva admirable sus cuatro figuras
–tiene esta interpretación: Día de fiesta; en el baile. El mozo acude ante la
elegida de su corazón y la invita a salir al corro con unas reiteradas y
respetuosas reverencias. Ella se resiste; su indiferencia es de hielo. Pero
accede al fin, y en una vuelta bellamente premiosa, como si dudase aún, sale al
corro y baila. Sus pasos, cortos, lentos y firmes; sus brazos, recogidos como
con timidez; su busto, erguido, van hablando de enojos, de displicencia, de
soberanía de toda ella sobre el animo del cuitado cortejador, que baila con
ritmo más ligero, como esperanzado de que la pleitesía y la razón de sus buenos
propósitos, que lo dicen todo en la insistencia respetuosa del cortejo,
convencerán y triunfarán. El baile termina con una vuelta más ligera en la
mujer; una vuelta alegre, casi desenfadada. Parece decir: “Lo he pensado mejor.
Confía.”
Así hemos
visto nosotros el “Baile a lo llano”, cuya belleza rítmica ni puede expresarse
con la pluma ni reflejarse con la máquina de un reportero gráfico.
Antonio MORILLAS
Santander, agosto de 1930
(Fotos Samot)
No hay comentarios:
Publicar un comentario