martes, 5 de febrero de 2013




El Mozucu (II)


La presencia de montañeses en Cádiz capital y en otros lugares como Jerez de la Frontera, Puerto de Santa María o San Lucar de Barrameda ya era notable en el siglo XVIII y aún en tiempos anteriores. Entre ellos, un buen número de tolanos dedicados en su mayoría a las labores del campo en su Ruiloba natal, tenían la oportunidad en Cádiz de dedicarse al comercio o iniciarse en esta profesión como mozos y mancebos de establecimientos regentados por familiares o personas de su mismo entorno.

                                       Habitual la presencia de tolanos en tierras gaditanas (Ico el Portalau)

La llegada de los meses de verano al Cádiz de comienzos del siglo XIX suponía un peligro implacable de contagio de enfermedades. De hecho, la ciudad, que sufría superpoblación, se vio asolada por dos epidemias entre 1810 y 1813. La aparición de la fiebre amarilla —denominada así por sus síntomas de coloración amarillenta de la cara, el cuello y los ojos de los afectados— supuso el traslado de los diputados a la Isla de León y llegó a ser tan virulenta que llegó a hablarse de 'mal endémico'.

                                Tolano fallecido en Jerez de la Frontera de fiebre amarilla o vómito negro

Fue en 1810 y 1813 cuando la ciudad, enclave portuario por excelencia, tuvo que hacer frente con más vehemencia al virus.

Cuando en los meses de verano, las temperaturas ascendían, el virus flotaba por las calles de la Tacita de Plata. Las circunstancias que propiciaban el desarrollo de la enfermedad no eran otras que la afluencia de buques al puerto, la llegada casi constante de refugiados o la superpoblación de la ciudad —rebasaba los 100.000 habitantes en 1810, según Ramón Solís—. Además, los ciudadanos se alimentaban de productos de las huertas próximas, regadas con agua de la misma procedencia y solían comerse los mariscos de las rocas cercanas junto a las que se vertían los desagües de la ciudad.

 La Bahía de Cádiz en el año de 1812 

Un apunte muy curioso es la afirmación del Doctor Mellado, que aseguraba que la enfermedad atacaba «preferentemente a los hombres del Norte, a los obesos, robustos y corpulentos”.

Numerosos fueron los vecinos de este pueblo allí asentados los que fallecieron en el primer tercio del siglo XIX como consecuencia de esta epidemia según podemos observar en los “Libros de finados de la Iglesia Parroquial y Monasterial de Santa María la Real del Concejo de Ruiloba” (Iglesia de la Asunción del Barrio de la Iglesia), y que se guardan en los archivos de la Diócesis de Santander.

Afincados sobre todo en Jerez de la Frontera o en la Isla de León, entre los años 1800 y 1834 fueron al pie de 50 los tolanos que allí sucumbieron como consecuencia de esta epidemia (fiebre amarilla o vómito negro) habiendo también brotes de cólera (cólera morbo o miserere) en Ruiloba.

 Oriundo de Ruiloba fallecido en la Isla de León en 1814

Fallecido en Ruiloba a causa del cólera morbo o miserere en 1817

Huyendo de aquellas pestes, algunos de los descendientes de este pueblo regresaban a su lugar de origen con el consiguiente riesgo de que, además de sus exiguas pertenencias, portasen con ellos las enfermedades contagiosas. Contados casos se llegaron a detectar en el pueblo, pero suficientes eran para hacer temer las consecuencias dadas las dificultades para combatir su expansión.

Es en la revista que se editó con motivo del primer centenario de la promesa de los hijos de Ruiloba a la Virgen de la Caridad de Udías, donde se nos relatan los pormenores del origen de la fiesta:
“… a mediados de 1819 (  ), se presentó en Cádiz la fiebre amarilla en las tropas expedicionarias prontas a salir hacia América para sofocar la insurrección de las colonias españolas. Y esta epidemia de la fiebre propagada a Ruiloba por varios jándalos (1) que se creían escapar del contagio, consternó de espanto al pacífico CONCEJO (2) de Ruiloba cuya gente, ante lo tenaz de las invasiones y las muertes acudió al socorro del cielo por medio de su Virgen de los Remedios, a la que prometieron los vecinos obsequiar con un gran sacrificio colectivo en el caso favorable que cesase la epidemia prontamente.

Por especial providencia se notó amenguar en todas las aldeas a la vez la terrible catástrofe, observación que inspiró al entonces Síndico general (3)  Don Antonio Villegas ordenar que el pueblo en general se reuniese en junta magna de todas las aldeas en la campa de San Roque de Pando y allí se decidiese en única sesión de hijodalgos (4) y pecheros (5) el voto a cumplir en gracias a la Virgen por su clarísima influencia.


Ermita de San Roque en el barrio de Ruiloba de Pando

Variaron en un principio las opiniones acerca de lo penoso corporalmente en que había de consistir el voto religioso. Callaban los sacerdotes y ni presidían la asamblea sino era el pueblo municipalmente quien a la sombra de sus paternales autoridades civiles ventilaba sus sentimientos de religión como uno de tantos deberes en que debe ocuparse la sociedad civil cristianamente organizada.

Solamente al ser requerido para dar su opinión expuso Don Bernardo Rojo, Cura teniente de la Parroquia (6), que disminuyendo por la desgracia de los tiempos el culto a las rentas tan legítimas de la Virgen de la Caridad en Udías, tratase el pueblo al cumplir su voto de honrar esta advocación de la Caridad de la Virgen Santísima.

Romería en la campa de la iglesia del Barrio de la Virgen

Pues no hubo más que hablar, dado este parecer, y así se votó por aclamación del pueblo la propuesta de sus autoridades de venir anualmente en pública rogativa a la misa de acción de gracias en esta ermita de Nuestra Señora de la Caridad en vista del acuerdo oficial impuesto por aquellos regidores del Concejo tolano.

     Pero no he de callar el dato inolvidable de aquella primera romería donde vinieron en formación procesional con antorchas encendidas y descalzas de pie y pierna tantas personas de cada familia cuantos habían sido los finados a consecuencia de la última peste y vestidos con las mismas ropas que habían usado últimamente estando sanos los enfermos desaparecidos.”  

Portada del libro de D. Ricardo Aguirre Gutiérrez (7)







Notas.-

(1) Jándalo: originario de Cantabria ( y a veces por extensión del norte de España ) que emigraba a Andalucía.
(2) Concejo: Ayuntamiento o conjunto de concejales presididos por el alcalde, que administra y dirige un municipio.
(3) Síndico: Persona elegida por un grupo o comunidad para cuidar de sus intereses, especialmente económicos o sociales.
(4) Hijodalgo: Hombre que pertenecía por vínculos sanguíneos a la pequeña nobleza.
(5) Pechero: Plebeyo. Persona que estaba obligada a pagar impuestos al rey o señor.
(6) Bernardo Rojo Rodríguez, era por aquel entonces sacerdote de la Parroquia de la Asunción de Ruiloba; véase su firma en los documentos de finados.
(7) Ricardo Aguirre Gutiérrez; sacerdote de varias parroquias, entre ellas la de Ruiloba.


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