domingo, 24 de febrero de 2013




El Romance del Conde de Lara (III)



Las danzas cantadas, o el canto danzado (la primacía de un elemento sobre el otro tiene interés sobre todo desde el punto de vista histórico, bien como canto que se aplica a una danza preexistente, bien como danza que se crea para coreografiar un canto, bien como danza y canto que surgen a la vez), han existido en España desde la antigüedad. Con  toda  razón  dice  Menéndez  Pidal: El  baile acompañado del canto es la manifestación de arte popular más completa y acabada, concurriendo en ella los instrumentos, la voz, la poesía y la rítmica coreográfica.

Eran  costumbre propia  de  gente rústica  y  labradora, aunque lo más  probable  es  que esa  costumbre  popular  derivase de otra caballeresca medieval; las danzas romancescas  eran  conocidas, por lo menos, en toda  Castilla  la  Vieja, en  tierras  de  Salamanca y  de  León  y en  las Asturias  de Santillana.


Los instrumentos característicos utilizados en la danza eran las  castañuelas  y  el  pandero que  son  instrumentos, junto  con  el tambor, típicos del folklore más arcaico, siendo algunos romances  específicos, y  no cualquiera, propios para la danza.

Con la intensa exploración  del  romancero  por  tierras  españolas, realizada  directamente unas veces por el matrimonio Menéndez  Pidal y  alentada otras veces sobre sus colaboradores, fue como se conocieron  los  bailes  antes absolutamente ignorados como el baile a  lo llano de Ruiloba.

Maria Cruz Morillón

Detrás  de  él, como ya vimos,  la  Revista  Estampa  el 9  de septiembre de  1930 publicó un reportaje del baile  con descripción  de la  danza,  con  muchos  elogios  sobre  el  romance  de  El Conde  Sol (también  llamado  la  Boda  Estorbada  o  La  Condesita) que se  cantaba como propio  del baile y  con no pocas suposiciones sobre su origen y carácter.

 Bailadoras y pandereteras del reportaje de la revista Estampa.

En septiembre de 1931, Eduardo Martínez Torner, musicólogo del Centro de Estudios Históricos, vino también a recoger datos sobre los romances en Ruiloba y después,  aunque  sólo  de  pasada  y  sin  ningún  dato novedoso, en  1948 vuelve  a mencionarlo  Sixto Córdoba  y Oña  en su Cancionero  de  Santander.

Kurt Schindler (Berlin 1882 - New York 1935) especializado en dirección de coros y recolección de música popular, recibió de la Universidad de Columbia (Estados Unidos) el encargo de realizar una grabación de campo de la música popular de España y Portugal.

Fotografía de Kurt Schindler

Schindler acepta el encargo, abandona la dirección de la Schola Cantorum de Nueva York y viaja a España en 1928, donde entra en contacto con los investigadores del Centro deEstudios Históricos y con la riqueza del folklore peninsular; la Universidad de Columbia le había proporcionado una grabadora portátil de la marca Fairchild Aerial Company con la que podía impresionar directamente las canciones en discos de aluminio.

 Kurt Schindler, en compañía de Ramón Menéndez Pidal y sus hijos Jimena y Gonzalo, 
tuvo oca­sión en 1932 de contemplar los bailes romancísticos del Norte de España.

La recolección de cantos populares realizada por Kurt Schindler, grabados por diversos pueblos españoles (diez horas de música en 160 discos), representa el fondo más antiguo de este tipo de recopilación.


Entre julio de 1932 y enero de 1933 recorre Santander, Ávila, Zamora, Cáceres, Badajoz y Miranda do Douro. En el año 1933 recopila melodías en Ruiloba, teniendo como informantes a Maria Cruz Morillón y Luisa Escalante.  

 El "Baile a lo llano" de Ruiloba (21-VIII-1932). En las fotografías sacadas por Schindler 
(conservadas en la Híspanic Society) se distingue a Ramón Menéndez Pidal y a su hija 
Jimena entre el público.

Finalizado su trabajo, regresa a Estados Unidos, dejando en el Centro de Estudios Históricos una colección de copias de sus discos y la grabadora, hoy desaparecida. 

https://www.youtube.com/watch?v=IRAKP8RJ5Ho 

Tras indagar sobre el paradero de estas grabaciones, el Centro Etnográfico Joaquín Díaz en Urueña (Valladolid), localizó la única copia que en la actualidad se conservaba en España; esta copia contiene las grabaciones realizadas por Schindler en España y Portugal entre los años 1928 y 1932 y procedió a su adquisición, que resultó muy costosa, cediendo una copia digital al Archivu de la Música Tradicional del Muséu del Pueblu d’Asturies en Gijón para su custodia y estudio.


La única publicación de sus trabajos en España la realiza Federico de Onís en 1941: Folk music and poetry of Spain and Portugal / Música y poesía popular de España y Portugal" 1ª edición de la "Hispanic Institute in the United States" (New York 1941).



viernes, 22 de febrero de 2013


     

El Romance del Conde de Lara (I)


          Durante el verano de 1930, Ramón Menéndez Pidal y María Goyri, en compañía de su hijo menor Gonzalo, viajan por Asturias y Cantabria con el propósito de presenciar (o volver a pre­senciar) los bailes regionales o locales relacionados con el Romancero ("los bailes romanceados"). 

         Sin duda, las aficiones fotográficas de Gonzalo influyen en la incorporación de documentación gráfica al proyecto de Epopeya y Romancero, ya que, en estas jornadas, no se conforman con "des­cribir" los bailes, sino que, a la vez, los filman. Desde luego, los viajeros no asisten a unos actos folklóricos espontáneos, sino a unos bailes que se organizan con ocasión de la visita del ilustre Pre­sidente de la Academia Española y atraen a la prensa regional  y hasta a las autoridades locales.


Menéndez Pidal y su esposa María Goyri.

        La gira de Menéndez Pidal comenzó por Cantabria. En Ruiloba le esperaba un baile a lo llano, que el médico Prudencio Fernández Regatillo organizó en honor suyo y del doctor Ángel Gutiérrez, el ilustre montañés emigrado a Buenos Aires, mecenas del Atlas lin­güístico y del Romancero que Menéndez Pidal estaba preparando. María Goyri, con algunas adiciones y correcciones de Ramón Menéndez Pidal (que destaco entre corchetes) describió así el espectáculo en un apunte manuscrito:

    "Es 31 de julio de 1930. Desde Santander a Ruiloba. El pueblo nos recibe en fiesta; todos es­tán en la plaza. Los danzadores con sendas varas adornadas de colores, simbolizando las lan­zas, forman con ellos túnel para que pasemos por debajo a entrar en el Ayuntamiento. Allí nos entregan copias del romance que cantarán.

En la plaza de la "casetuca", del Barrio

       Vamos a la plaza, pequeña, tal como es el pueblo. Los danzantes van con camisa y pantalón blancos, ceñidos con fajas de colores. Las mozas llevan largos y amplios refajos de paño, unos granate, otros morados, adornados con franjas de terciopelo del mismo color, camisas blancas, y corpiños. Seis mozas [puestas en fila] tocan el pandero, zarandeándolo con golpes que dan en el aro con la mano derecha, [y comienzan el canto del primer verso de 16 sílabas]. Las otras mo­zas andan dispersas y los mozos forman grupo. Uno de estos [mozos] se destaca, repica las cas­tañuelas y bailando se dirige a una moza, [al llegar] ante la cual hace una [profunda inclinación del cuerpo], ella le desdeña y él se retira bailando siempre de cara a ella; pero no se da por ven­cido, sino que vuelve una segunda vez sin lograr su propósito, y una tercera, esforzándose pro­gresivamente en los saltos y trenzados. [Al acabar esta tercera reverencia, obtiene un gesto de aceptación] de la moza, la cual sale bailando majestuosamente con movimiento reposado de los brazos que lleva casi caídos. El refajo campanea lentamente; a veces parece que la moza esquiva al mozo y casi de espaldas le mira de soslayo, mientras que él repiquetea y baila sin descanso sin perderla un momento de vista. Mientras esta pareja baila al rededor de la plaza, otro mozo ha conquistado a otra moza y así se continúa hasta que ya todos están en la danza. Van luego [re­tirándose a descansar al lado de las cantadoras en el orden que empezaron]; el mozo hace reve­rencia a la moza, a la que ella contesta con un gracioso movimiento de las manos y la cabeza".

  Ninu, de Trasierra, y Danielín de Liandres


          Todo el tiempo que dura la danza las mozas de los panderos siguen tocando y cantan el ro­mance del Conde Sol: Dos versos (de 8 sílabas), ligera pausa, durante la que inclinan hacia adelante los panderos; repican estos igual tiempo que el que tardaron en cantar, y vuelve a en­tonar otros dos versos.


        El pueblo de Ruiloba "porque es danzante más que futbolero" (como diría en un "soneto", escrito para esa ocasión, el Secretario del Juzgado)  había recobrado en 1919 la danza, des­pués de prolongado olvido, y en aquel año de 1930 se sentía orgulloso del éxito que con ella había alcanzado en "El Pueblo Español", de la Exposición de Barcelona de 1929-1930. A la fies­ta del 31 de Julio de 1930 acudió incluso el Gobernador de la Provincia, Juan Díaz Caneja, y el espectáculo dio lugar a que el periódico gráfico, de difusión nacional, "Estampa" dedicara al Baile a lo llano un extenso reportaje (9-IX-1930), muy bien ilustrado.




Del blog "La cuesta del zarzal".

jueves, 7 de febrero de 2013



El Romance del Conde de Lara (II)

El Baile a lo Llano ha despertado la curiosidad de las gentes. Vive en plena y saludable actualidad. Aun en la Montaña una gran parte de la opinión se detiene ante el corro y exclama: Pero, ¿esto tan señorial, tan dulce y tan evocador, se baila aquí?. El Baile a lo Llano, privativo, no sabemos por que causas, del pueblo de Ruiloba y su jurisdicción – ese rincón admirable del Oeste de la Montaña - , había envejecido y había muerto. El Romance del Conde del Sol no sonaba bien a las nuevas generaciones, y otras danzas más a tono con el espíritu de la época desplazaron al baile tradicional. Y no había pasado cosa importante, por que el hecho de que algunos viejos del lugar añorasen la añeja y lenta tonadilla, ritmo de una juventud más romántica, no contaba en el ánimo de los innovadores. Y un buen día alguien recordó que se acercaba la fecha de centenario de un acontecimiento fuertemente ligado a las tradiciones del valle: el voto del Remedio. Un voto evocador de la fe de un navegante irlandés, que hubo de jurar con la construcción de un templo haber visto la aparición y recibido el auxilio de la Virgen cuando el mar Cantábrico había ya tomado para sí su vida.

Concertáronse las voluntades de modo tal, que el 2 de julio de 1919 fue día de fiesta mayor con toda la solemnidad y todo el alborozo de que los hombres serios y el mocerío del valle fueron capaces. Y ese mismo día, tan representativo e la tradición comarcana, se bailó cumplidamente de nuevo – hubo viejecita que abandonó el lecho para aleccionar – el viejo “baile a lo llano”. Junto a la iglesia del Remedio comenzó su segunda vida.

De entonces a estos días, su profunda condición localista solo se ha visto turbada por fugaces exhibiciones en Santander y en el Pueblo Español, de la exposición de Barcelona.

Pero el cerebro maravilloso de un hombre, el señor Menéndez Pidal, acude ahora a la plaza del mundo entero y pregona el prestigio folklórico y artístico de “Baile a lo llano”. En torno al sabio español, que extiende y enriquece en estos momentos su gigantesca obra sobre el “Romancero” bajo los auspicios de la Sociedad Hispánica, de Nueva York, se congregan multitudes de todos los países y escuchan y conocen la historia y los méritos de la danza montañesa.


Ruiloba tiene un hijo más, con legítimas ambiciones, que sale por fin un día a la conquista de venturas …

¡Quien sabe de los verdaderos primeros días del “Baile a lo llano”…” ¿Dónde nació? ¿Es, como ha llegado a sospecharse, una parodia cortesana? ¿De que siglo recoge el espíritu sincero y señorial que es fundamento de todas sus figuras?

 El “Baile a lo llano”, sin duda, es uno de los contadísimos casos en España de romance tradicional coreado y bailado. También parece incuestionable que ese romance es el más antiguo de cuantos se han recogido de la tradición oral.

Don Amador de los Ríos lo escuchó y transcribió en Andalucía a mediados del siglo pasado, y lo legó al tesoro de nuestras tradiciones populares con su título original de “Romance del Conde Sol”. Pero este título, sustituido definitivamente por la pluma del Sr. Menéndez Pidal con el de “La Boda Estorbada”, estuvo en muchos casos desplazado por otros menos adecuados y correspondientes. En Ruiloba mismo, donde el nombre del Conde de Lara encabeza la composición. Hablábamos antes de la casi singularidad – permítasenos el término – de esta danza montañesa y no nos apartamos ciertamente de la verdad. De su tipo no conocemos otras que la “danza prima” de Asturias, y el “baile de a tres”, de las Navas del Marqués. En una se canta la dulce letra de “¡Ay, una moza galana de esta villa!” y en la otra el “Romance de Gerineldo”.

Por cierto – el hecho es curioso y a señalarlo tienden principalmente las someras citas anteriores – que hubo un tiempo en que el “Baile a lo llano” se siguió sin interrupción las letras de los romances del Conde y de Gerineldo. Más aquella danza debía de durar una eternidad, y estamos seguros de que la modalidad no tuvo una existencia muy larga. El buen sentido fue, poco a poco, haciendo su obra, y en los tiempos presentes el “Baile a lo llano” ofrece un perfecto equilibrio entre el gusto artístico, la resistencia física, y el concepto sensato de lo espectacular.

Detrás de Menéndez Pidal hemos ido nosotros a Ruiloba. A partir de la visita del ilustre académico, Ruiloba había cobrado calidad de motivo periodístico.


Ruiloba era una destacada nota de la actualidad y había que traerla al periódico. Pero justo es que pongamos las cosas en su punto y que digamos que, sin el auxilio de un hombre tan inteligente y tan positivamente prestigioso como el Doctor D. Prudencio Fernández Regatillo, hubiéramos fracasado en nuestra empresa. Los bailadores y las bailadoras son sencillas gentes de pueblo, dedicadas a las faenas del campo, y el intentar reclutarlas para componer el cuadro de la danza suponía tanto – aparte la contrariedad inicial de las escasas posibilidades de buen éxito – como andar por lomas y vegas durante todo el santo día. El Sr. Fernández Regatillo hizo circular, sencillamente, este consejo: “Quieren hacer del baile una información para ESTAMPA, y debéis estar convenientemente preparados tal día a cual hora”; y aquí está la información como testimonio de su ascendencia.


Las bailadoras y los bailadores, rodeados del pueblo en masa, nos reciben con una respetuosa cordialidad. Parece que los trajes típicos que han vestido por unas horas les imponen aquella simpática disciplina. Junto a las mozas, con los ojos iluminados por el recuerdo de que ellos también se vieron así, algunos viejecitos y algunas viejecitas siguen nuestros movimientos con explicable curiosidad. Hace setenta años, cuando yo bailaba a lo llano …-nos cuenta uno.


El baile ha cambiado bastante –declara abiertamente otra -. En mis tiempos de moza había más pasos ( ¿). Si estos chicos (¿) aprenderlo mejor que lo saben, y ya verá usted, señor, que gracia ponen los condenaos, todavía yo podría …

Alguien da la orden de empezar.


Las mozas con una maravillosa intuición artística - ¿son las mismas estas mujercitas finas y sonrientes que unas horas antes quemaban sus cuerpos al sol de agosto bajo unos trajecillos ligeros en la pradera? – escogen las posturas de más exacta naturalidad. El escenario es un rincón de luz, sombreado por altos castaños, vigilantes de aquella dulce paz en una suave colina. Los pies se hunden deliciosamente en una alfombra de hierba. Fórmanse en un lado los bailadores, suenan los parches y las melodiosas vocecitas de las panderetas y el baile da comienzo …


“Allá arriba en la Abadía,
en aquella noble ciudad,
nombran al Conde de Lara
de capitán general …”


El “Baile a lo llano” – nos lo dicen con claridad descriptiva admirable sus cuatro figuras –tiene esta interpretación: Día de fiesta; en el baile. El mozo acude ante la elegida de su corazón y la invita a salir al corro con unas reiteradas y respetuosas reverencias. Ella se resiste; su indiferencia es de hielo. Pero accede al fin, y en una vuelta bellamente premiosa, como si dudase aún, sale al corro y baila. Sus pasos, cortos, lentos y firmes; sus brazos, recogidos como con timidez; su busto, erguido, van hablando de enojos, de displicencia, de soberanía de toda ella sobre el animo del cuitado cortejador, que baila con ritmo más ligero, como esperanzado de que la pleitesía y la razón de sus buenos propósitos, que lo dicen todo en la insistencia respetuosa del cortejo, convencerán y triunfarán. El baile termina con una vuelta más ligera en la mujer; una vuelta alegre, casi desenfadada. Parece decir: “Lo he pensado mejor. Confía.”


Así hemos visto nosotros el “Baile a lo llano”, cuya belleza rítmica ni puede expresarse con la pluma ni reflejarse con la máquina de un reportero gráfico.



Antonio MORILLAS

Santander, agosto de 1930

(Fotos Samot)



Al pueblo de Ruiloba

 
                                                                

                                                   Ahora acabo de llegar, señores,
                                                   desde la Hayuela;
                                                   y le traigo un mensaje de amores
                                                   para la gente sincera
                                                  de este querido valle,
                                                  de esta Ruiloba tan bella.
                                                  Esta Ruiloba valiente
                                                  que en el pleito de los valles
                                                  luchara como una fiera,
                                                  cuan defendiendo a sus hijos
                                                  a la entrada de la cueva.
                                                  Cuando en Ruiloba,
                                                  nadie tenía ni una casa
                                                  ni un pedacito de tierra suyo
                                                  para poder sembrar ni unas patatas
                                                 o pa plantar unas berzas.
                                                 Todo era de los condes,
                                                 marqueses, duques e infantones
                                                 que en las Santillanas existieran.
                                                 Para podérselo quitar
                                                 lucharon como las fieras.
                                                 Esta Ruiloba tan bella
                                                 la que atravesó los mares
                                                 y ha cruzado las fronteras,
                                                 y allá por Valparaíso
                                                 formó otra Ruiloba nueva.
                                                Por aquí tuve yo amores, sí
                                                 mucho antes de la guerra.
                                                Era bonita y graciosa,
                                                con unos ojos tan negros,
                                                y aquel color de su cara
                                                lo mismo que una cereza
                                                y tenía una melena
                                                que se parecía a la Virgen
                                                que está en aquella cotera.
                                                ¡Ay Virgen de los Remedios!
                                                ¡Ay, que alegría y que pena
                                                tener que vivir tan lejos
                                                queriendo vivir tan cerca!
                                                La conocí el día del Mozucu
                                                en el pueblo de la Hayuela
                                                aquel nueve de septiembre.
                                                Allí bailé yo con ella,
                                                y le regalé suspiros,
                                                avellanas y pulseras;
                                                y también la compré
                                                un mozucu que tenía una bandera.
                                               Pero se casó con otro
                                                y yo me quedé a dos velas.
                                               Ella tuvo muchos hijos, sí
                                               y yo los quiero de veras.
                                               Cuando suben al Mozucu
                                               yo salgo a la carretera
                                               y uno a uno los abrazo
                                               como si mis hijos fueran.
                                               Varias veces me preguntan:
                                              “Y ¿de donde la moza era?”
                                               Pues, la verdad, no recuerdo
                                               si de Liendres o Trasierra,
                                               de Tramalón o de Pando,
                                               de esa Concha que al Portillo
                                               se asoma cual centinela,
                                               o de ese Barrio tan bello
                                               entre encinares y piedras,
                                               de naranjos y limoneros,
                                               avellanos y ciruelos.
                                               De por ahí era mi novia.
                                               Mi novia es Ruiloba entera,
                                               y desde aquí yo la abrazo
                                               como si mi madre fuera.



                                                                    Masio, el de la Hayuela



miércoles, 6 de febrero de 2013




A la fiesta de la Hayuela (El Mozucu)




                                                  Así me gusta el Mozucu
                                                  y así quiero yo a Ruiloba,
                                                  el verlos, como estos años,
                                                  con sus bonitas carrozas.

                                                 Ya se han juntado
                                                 en el barrio de Liendres y Casasola,
                                                 de Tramalón y de Pando,
                                                 y el Obispo con su mona.

                                                Dan la orden de salida,
                                                ya desfilan las carrozas,
                                                y suben por el Castillo
                                                y divisando el Corona,
                                                y el valle con la Molina
                                               de esa Ruiseñada hermosa.

                                                A la entrada de Canales
                                                tiran cohetes y bombas.

                                               Delante van los chavales
                                               y detrás vienen las mozas,
                                               y un poco más retrasados
                                               los viejos con sus alforjas.

                                               Esa comida que llevan,
                                               debajo de aquellas sombras,
                                               después que vengan de misa,
                                               han de saberles a gloria.

                                              En el alto de la Hayuela
                                              Tilero baila una jota
                                              que toca Bosio y Martín;
                                              y Masio invita a una copa
                                              a Ico el Portalao,
                                              ese romero con sombra,
                                              con sus albarcas pintadas,
                                              su blusa y su cachiporra,
                                              y aquel paraguas de remiendos
                                              la alegria de Ruiloba.

                                              Ya se marchan para el Barrio,
                                              unos por Mano los Bueis,
                                              otros bajan por Valoria,
                                              a saludar al Mozucu
                                              y aquella Virgen Señora
                                              que con los brazos abiertos
                                              espera a los de Ruiloba.

                                              Y ahí entran para la iglesia,
                                              empieza la ceremonia,
                                              las viejas ponen el velo,
                                              los viejos quitan la gorra,
                                              y las mozas sus pañoletas,
                                              aquel recuerdo de novia.

                                             ¿Dónde estás Maria Cruz,
                                             el alma de aquella copla?
                                             y ya ha terminado la misa,
                                             en aquella braña de la Virgen
                                             esa danza de Ruiloba
                                             que heredaron de los celtas,
                                             griegos, fenicios o Roma?

                                             Que no digan en Cabezón
                                             que si es la Baila de Ibio.
                                             Acuérdese usted, señora,
                                             cuando el año veintinueve
                                             han triunfado en Barcelona
                                             y Cabezón no tenía ni bombo
                                             ni caracola.

                                             Ya terminada la danza,
                                             ya suben los de Ruiloba,
                                             unos por Mano los Bueis
                                             otros suben por Valoria,
                                             a la Braña de la Caseta
                                             y debajo de aquellas sombras
                                             son dieciocho robles, que quedan
                                             y aquellas diez mesas que han puesto
                                             el Patrimonio por ICONA.

                                             Que sean tanto de Udías
                                             como tanto de Ruiloba,
                                             porque allí, un día del Mozucu,
                                             puedes encontrar tu novia
                                             que ahí la encontró Tilero
                                             y le ha salido muy simpática
                                             y muy hermosa.

                                                               
     Masio, el de la Hayuela

martes, 5 de febrero de 2013




El Mozucu (II)


La presencia de montañeses en Cádiz capital y en otros lugares como Jerez de la Frontera, Puerto de Santa María o San Lucar de Barrameda ya era notable en el siglo XVIII y aún en tiempos anteriores. Entre ellos, un buen número de tolanos dedicados en su mayoría a las labores del campo en su Ruiloba natal, tenían la oportunidad en Cádiz de dedicarse al comercio o iniciarse en esta profesión como mozos y mancebos de establecimientos regentados por familiares o personas de su mismo entorno.

                                       Habitual la presencia de tolanos en tierras gaditanas (Ico el Portalau)

La llegada de los meses de verano al Cádiz de comienzos del siglo XIX suponía un peligro implacable de contagio de enfermedades. De hecho, la ciudad, que sufría superpoblación, se vio asolada por dos epidemias entre 1810 y 1813. La aparición de la fiebre amarilla —denominada así por sus síntomas de coloración amarillenta de la cara, el cuello y los ojos de los afectados— supuso el traslado de los diputados a la Isla de León y llegó a ser tan virulenta que llegó a hablarse de 'mal endémico'.

                                Tolano fallecido en Jerez de la Frontera de fiebre amarilla o vómito negro

Fue en 1810 y 1813 cuando la ciudad, enclave portuario por excelencia, tuvo que hacer frente con más vehemencia al virus.

Cuando en los meses de verano, las temperaturas ascendían, el virus flotaba por las calles de la Tacita de Plata. Las circunstancias que propiciaban el desarrollo de la enfermedad no eran otras que la afluencia de buques al puerto, la llegada casi constante de refugiados o la superpoblación de la ciudad —rebasaba los 100.000 habitantes en 1810, según Ramón Solís—. Además, los ciudadanos se alimentaban de productos de las huertas próximas, regadas con agua de la misma procedencia y solían comerse los mariscos de las rocas cercanas junto a las que se vertían los desagües de la ciudad.

 La Bahía de Cádiz en el año de 1812 

Un apunte muy curioso es la afirmación del Doctor Mellado, que aseguraba que la enfermedad atacaba «preferentemente a los hombres del Norte, a los obesos, robustos y corpulentos”.

Numerosos fueron los vecinos de este pueblo allí asentados los que fallecieron en el primer tercio del siglo XIX como consecuencia de esta epidemia según podemos observar en los “Libros de finados de la Iglesia Parroquial y Monasterial de Santa María la Real del Concejo de Ruiloba” (Iglesia de la Asunción del Barrio de la Iglesia), y que se guardan en los archivos de la Diócesis de Santander.

Afincados sobre todo en Jerez de la Frontera o en la Isla de León, entre los años 1800 y 1834 fueron al pie de 50 los tolanos que allí sucumbieron como consecuencia de esta epidemia (fiebre amarilla o vómito negro) habiendo también brotes de cólera (cólera morbo o miserere) en Ruiloba.

 Oriundo de Ruiloba fallecido en la Isla de León en 1814

Fallecido en Ruiloba a causa del cólera morbo o miserere en 1817

Huyendo de aquellas pestes, algunos de los descendientes de este pueblo regresaban a su lugar de origen con el consiguiente riesgo de que, además de sus exiguas pertenencias, portasen con ellos las enfermedades contagiosas. Contados casos se llegaron a detectar en el pueblo, pero suficientes eran para hacer temer las consecuencias dadas las dificultades para combatir su expansión.

Es en la revista que se editó con motivo del primer centenario de la promesa de los hijos de Ruiloba a la Virgen de la Caridad de Udías, donde se nos relatan los pormenores del origen de la fiesta:
“… a mediados de 1819 (  ), se presentó en Cádiz la fiebre amarilla en las tropas expedicionarias prontas a salir hacia América para sofocar la insurrección de las colonias españolas. Y esta epidemia de la fiebre propagada a Ruiloba por varios jándalos (1) que se creían escapar del contagio, consternó de espanto al pacífico CONCEJO (2) de Ruiloba cuya gente, ante lo tenaz de las invasiones y las muertes acudió al socorro del cielo por medio de su Virgen de los Remedios, a la que prometieron los vecinos obsequiar con un gran sacrificio colectivo en el caso favorable que cesase la epidemia prontamente.

Por especial providencia se notó amenguar en todas las aldeas a la vez la terrible catástrofe, observación que inspiró al entonces Síndico general (3)  Don Antonio Villegas ordenar que el pueblo en general se reuniese en junta magna de todas las aldeas en la campa de San Roque de Pando y allí se decidiese en única sesión de hijodalgos (4) y pecheros (5) el voto a cumplir en gracias a la Virgen por su clarísima influencia.


Ermita de San Roque en el barrio de Ruiloba de Pando

Variaron en un principio las opiniones acerca de lo penoso corporalmente en que había de consistir el voto religioso. Callaban los sacerdotes y ni presidían la asamblea sino era el pueblo municipalmente quien a la sombra de sus paternales autoridades civiles ventilaba sus sentimientos de religión como uno de tantos deberes en que debe ocuparse la sociedad civil cristianamente organizada.

Solamente al ser requerido para dar su opinión expuso Don Bernardo Rojo, Cura teniente de la Parroquia (6), que disminuyendo por la desgracia de los tiempos el culto a las rentas tan legítimas de la Virgen de la Caridad en Udías, tratase el pueblo al cumplir su voto de honrar esta advocación de la Caridad de la Virgen Santísima.

Romería en la campa de la iglesia del Barrio de la Virgen

Pues no hubo más que hablar, dado este parecer, y así se votó por aclamación del pueblo la propuesta de sus autoridades de venir anualmente en pública rogativa a la misa de acción de gracias en esta ermita de Nuestra Señora de la Caridad en vista del acuerdo oficial impuesto por aquellos regidores del Concejo tolano.

     Pero no he de callar el dato inolvidable de aquella primera romería donde vinieron en formación procesional con antorchas encendidas y descalzas de pie y pierna tantas personas de cada familia cuantos habían sido los finados a consecuencia de la última peste y vestidos con las mismas ropas que habían usado últimamente estando sanos los enfermos desaparecidos.”  

Portada del libro de D. Ricardo Aguirre Gutiérrez (7)







Notas.-

(1) Jándalo: originario de Cantabria ( y a veces por extensión del norte de España ) que emigraba a Andalucía.
(2) Concejo: Ayuntamiento o conjunto de concejales presididos por el alcalde, que administra y dirige un municipio.
(3) Síndico: Persona elegida por un grupo o comunidad para cuidar de sus intereses, especialmente económicos o sociales.
(4) Hijodalgo: Hombre que pertenecía por vínculos sanguíneos a la pequeña nobleza.
(5) Pechero: Plebeyo. Persona que estaba obligada a pagar impuestos al rey o señor.
(6) Bernardo Rojo Rodríguez, era por aquel entonces sacerdote de la Parroquia de la Asunción de Ruiloba; véase su firma en los documentos de finados.
(7) Ricardo Aguirre Gutiérrez; sacerdote de varias parroquias, entre ellas la de Ruiloba.