martes, 10 de febrero de 2015




El jándalo y el jandalismo

     ¡Sevilla! Una resonancia de crótalos, de nubas y de arábigas vihuelas, le dió al montañés en el corazón. Armó naves y se fue por el camino del mar, por el borde negro de la mar Desconocida, a buscar la jugosa aromática del Guadalquivir.


     Fue entonces cuando colgó en su escudo de hidalga castellana la Montaña unas torres y unas cadenas. La torre del Oro, ganada a punta de hierro contra el infiel y las cadenas partidas al empuje de los robles cantábricos bien tallados en las naves valientes de un almirante montañés.

     De aquel crujir de cuadernas, de aquellos gritos de abordaje, nació el jándalo y el jandalismo.

                                                                            Un torero tolano; hermano de Ico el Portalao.

    Nunca más desde entonces había de interrumpirse la circulación por esa vena que va de Santander a Sevilla y baja por el río hasta morir en Cádiz, corazón del jandalismo, caja de sándalo y caoba, fanal perfumado de brisas coloniales, donde el montañés sacia su ansia de mediodía y bebe los vientos y sorbe golosamente la gracia de unas mujeres como juncos, y pierde la cabeza, y muere deliciosamente o crea una fortuna o canta fandangos de los Puertos.

Ico el Portalao buscando la fortuna en Cádiz.

     La vida diaria, le debe al jándalo en la montaña el amor a las flores y a los estragales húmedos y regados, con muchas enredaderas que a veces constituyen verdaderos jardines colgantes.


    Y como suprema aportación les debe el cuidado y el rito del vino.

   Hay en los valles, donde el jandalismo es más acusado, verdaderas capillas vínicas, inigualables, soleras donde el tosco y duro vino de la Nava del Rey adquiere matices de la mejor manzanilla, gracias al cuidado casi religioso del jándalo.


   Hay pueblos enteros de jándalos, como Ruiseñada, en las proximidades de Comillas, maravilloso vallecito hondo que se marcha hacia el mar. Y como Ruiloba, un valle paralelo a la costa, donde el aire está tonificado por el aroma del laurel y del limonero, que crecen espontaneamente en las fisuras de las rocas grises.

La feria de Abril se asoma en septiembre al Mozucu.

     Los jándalos han impreso su carácter a estos pueblos, donde se cultivan los geranios y las malvalocas más hermosas que se pueden hallar en el mundo.

Julio, Mercedes y su trocito de Andalucía.



Bibliografía:

España, compañero.
Victor de la Serna.


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