domingo, 24 de mayo de 2015




La visita de Benito


Ruiloba se muestra esparcida por las verdes colinas, no lejos del mar, en terreno ligeramente pedregoso y muy quebrado. Los ricos jándalos, a quienes Jerez, el Puerto y Cádiz dieron dinero abundante, habla ceceosa y maneras un tanto desenvueltas, han poblado de risueñas casitas aquella alegre comarca. No falló entre ellos quien quisiera dejar muestra de su piedad en un convento que aún está sin concluir.


Tolanos en Jerez


El convento de Pando

Los caseríos abundan, y en ellos las casas grandonas, blancas, con holgados balcones verdes y sólidos cortafuegos, a los cuales no falta el pomposo escudo. A la espléndida vegetación montañesa se unen el naranjo y el limonero, y sobre la multitud que llena la plaza en horas de fiesta, destácase un sombrero exótico, una planta de otros climas: el calañés.

Tolanos con ropas del siglo XIX


Los emigrantes se han traído al regreso media Andalucía, y aquel país tiene no sé qué de meridional. Aquel mar que asoma en las curvas de los cerros dejando ver brillantes recortaduras de un azul hermosísimo, parece afectar ¡hipócrita!, en días pacíficos de verano, la serenidad y mansedumbre del Mediterráneo.


Aldea de Pando con Comillas al fondo

El monte de Tramalón remeda las espesuras de Sierra Morena, abrigo de ladrones, y según afirman mis compañeros de viaje, ladrones tuvo, si bien de juguete, gentezuela que antes daba sustos que puñaladas. En las revueltas del camino que baja y sube inquieto, y no sin fatiga, por no encontrar dos varas de terreno llano en que extenderse con desahogo, se alcanza a ver la playa de Luaña, poco há invadida por los bañistas, que han encontrado en aquella placentera soledad establecimiento construido, en gran parte, con las maderas de un buque ruso, escupidas por el mar.


Playa de Luaña y antiguo hotel



Bibliografía:

Memoranda
Cuarenta leguas por Cantabria

Benito Pérez Galdós


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