La visita de Benito
Ruiloba
se muestra esparcida por las verdes colinas, no lejos del mar, en terreno
ligeramente pedregoso y muy quebrado. Los ricos jándalos, a quienes Jerez, el
Puerto y Cádiz dieron dinero abundante, habla ceceosa y maneras un tanto
desenvueltas, han poblado de risueñas casitas aquella alegre comarca. No falló
entre ellos quien quisiera dejar muestra de su piedad en un convento que aún
está sin concluir.
Tolanos en Jerez
El convento de Pando
Los
caseríos abundan, y en ellos las casas grandonas, blancas, con holgados
balcones verdes y sólidos cortafuegos, a los cuales no falta el pomposo escudo.
A la espléndida vegetación montañesa se unen el naranjo y el limonero, y sobre
la multitud que llena la plaza en horas de fiesta, destácase un sombrero
exótico, una planta de otros climas: el calañés.
Tolanos con ropas del siglo XIX
Los
emigrantes se han traído al regreso media Andalucía, y aquel país tiene no sé
qué de meridional. Aquel mar que asoma en las curvas de los cerros dejando ver
brillantes recortaduras de un azul hermosísimo, parece afectar ¡hipócrita!, en
días pacíficos de verano, la serenidad y mansedumbre del Mediterráneo.
Aldea de Pando con Comillas al fondo
El
monte de Tramalón remeda las espesuras de Sierra Morena, abrigo de ladrones, y
según afirman mis compañeros de viaje, ladrones tuvo, si bien de juguete,
gentezuela que antes daba sustos que puñaladas. En las revueltas del camino que
baja y sube inquieto, y no sin fatiga, por no encontrar dos varas de terreno
llano en que extenderse con desahogo, se alcanza a ver la playa de Luaña, poco
há invadida por los bañistas, que han encontrado en aquella placentera soledad
establecimiento construido, en gran parte, con las maderas de un buque ruso,
escupidas por el mar.
Playa de Luaña y antiguo hotel
Bibliografía:
Memoranda
Cuarenta leguas
por Cantabria
Benito Pérez
Galdós
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