martes, 22 de enero de 2013


El antepecho




Los republicanos se hallan parapetados en Fronales y tienen su puesto de avanzada en el Collado, Juntanía y Pando, desde donde paquean a los del Cazón y el Montucu los Espinos; aquí en Ruilobuca nadie se atreve a salir de casa. Todo el mundo está asustado del ruido continuo del tiroteo y los cañonazos; las balas silban por encima de nosotros. Nadie duerme por la noche temiendo verse atacados por unas fuerzas o por otras.

En la madrugada del día de hoy presenciamos un golpe de audacia efectuado por las tropas que ocupan la parte del Poniente. Apenas era de día, vemos por el Dujo y Somalavía como avanzan en el silencio de la mañana varias columnas de hombres y vemos como van escalando las cuestas de Santiago y el Dujo respectivamente hasta llegar a la cúspide en busca del enemigo. Mientras tanto observamos que en la plazoleta del Dujo se hallan varios hombres ocupados en instalar algo que así de pronto no podemos comprender, pero que a medida que pasa el tiempo nos damos cuenta que es un equipo de sanidad que se prepara a desempeñar su cometido. La infantería republicana sorprende al enemigo atacándole en sus mismas trincheras llegando al cuerpo a cuerpo, haciéndole varios muertos y cogiéndoles algunas ametralladoras y fusiles. El combate debe ser terrible, y nosotros embargados por la emoción, tardamos en darnos cuenta de lo que ocurre. Pero pronto la realidad nos muestra todo el horror de esta contienda al ver bajar a los heridos del combate ayudados de sus compañeros. Nunca pudimos sospechar que esta aldea fuese teatro de espectáculo semejante y que imprudentemente contemplamos desde las ventanas de nuestra casa paralizados por lo insólito del acontecimiento. ¡Pobres heridos!. Pobres hijos que, faltos del calor y el cuidado de su madre, agonizan en estos momentos en brazos de sus compañeros. Gritos de agonía se oyen por doquier. Por la cuesta de Santiago se oye uno que debe hallarse gravemente herido y que a voces pide a los compañeros que le den un tiro antes que llegue el enemigo. Llegan varios heridos donde está instalado el equipo quirúrgico, donde son curados y atendidos rápidamente; hay algunos que por venir muy heridos no pueden tenerse en pie y que faltos de camilla o colchón se tienden en el mismo suelo, donde se les hace la cura. Otros, los más, aguantan ésta a pie firme descubriendo sus costados o sus pechos ensangrentados y valerosos vuelven a emprender  la marcha incorporándose a los compañeros que a la voz de mando han emprendido la retirada. ¡Asturianos valientes!. Raza de héroes que, después de regar su sangre por tierras de Vizcaya, combaten en la Montaña con heroísmo sin igual para recluirse luego en Asturias cuyas montañas han de defender piedra por piedra.

En el Dujo siguen curándose los heridos y algo debe faltar en este botiquín de urgencia puesto que el doctor, impotente para remediarlo, golpéa con sus puños desesperadamente en la puerta de José Ansótegui que desgraciadamente no se halla en casa. Todos comprendemos que es un colchón lo que hace falta, pero que nadie le podemos llevar pues reaccionando los facciosos mandan a la aldea una lluvia de balas que es imposible salir de casa. El ejército atacante se retira ordenadamente. Tuvimos que poner colchones en las ventanas, pues la balas caían dentro de las mismas casas. Mis hijos miraban con los ojos agrandados por el terror el desfile de los soldados y el transporte de los heridos. Espectáculo macabro para sus conciencias infantiles. En dos casas del Pomar se hace la cura a dos heridos; las camillas que transportan a estos se ven subir por la Pantorra. Se dice que los llamados “nacionales” tuvieron varios muertos, los republicanos no tuvieron más que uno que ha quedado en Somalavía. Oímos decir que los republicanos han convertido el Convento en un improvisado hospital de sangre. Pronto los cañones de los “nacionales” tratan de localizar este edificio sin conseguirlo, pues todos los obuses estallan en las inmediaciones; los combatientes ocupan las mismas posiciones que el día anterior. 

28 de Agosto de 1937
Mª Luisa Villegas Sánchez


Soldados republicanos de Ruiloba


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