Armando González Ruiz
Al verme “rechoncho”, con piernas cortas, me
he preguntado muchas veces, cómo es que aquel “peonzo” podría haber crecido
tanto, hasta 1,76, y haber practicado algunos deportes. Cuando empiezo a
obtener “visiones” de mi propia creación mental, tenía cuatro años. No pegaba
ni a los botes de tomate que había por la corralada de nuestra casa ruilobense,
ni a las piedras de las camberas de Liandres. Comía mucho. Me entretenía
llevando maiz a las gallinas. No había visto ni una pelota.
A los siete seguía rubito, bien mandado y
chutador de los botes, rompiendo los zapatos flamantes marrones con suela de
“cerdo”, mientras me trasladaba, ida y vuelta, a la escuela de Sierra, donde
demostraba que no era mal estudiante y que abusaba de ser muy independiente, un
solitario juguetón en los agujerillos donde moraban los grillos para que
salieran a la superficie a base de “pis”. Se jugaba al pañuelo, a la peonza, al
corrillo y nada a la pelota.
A los ocho años, cuando hice la primera
comunión, mi prima Teresita me compró la primera pelota de goma con la que nos
entreteníamos los tres hermanos y muchos amigos del pueblo hasta que la
rompíamos y teníamos que parchearla para seguir jugando sorteando las piedras
de nuestro “campo de fútbol” del Pilar, en nuestro pueblo de Liandres.
Comenzaba a romper las alpargatas de la
época y jugar partiditos con fuertes contusiones en las piernas que mi madre me
curaba con la “salmuera milagrosa”.
Ninguno de estos años salimos con gran
entorchado, pero lo que sí tuvimos fueron “muchas laureadas” de los
propietarios de los prados donde nos metíamos a jugar.
Atrás, Ruiloba, y a los once abriles, a
Santander. Llegaba con ideas futbolísticas. En los tres cursos que estuve en el
colegio de los Salesianos empecé a gestar mis botas de oro en el deporte de
forma ininterrumpida. Formé parte del equipo oficial de fútbol de primero de
comercio con los Maza, Balbuena, Gambarte, García, Santiago, Marquitos,
Soberón, con los que obtuve el primer triunfo de un torneo interclase, para en
el segundo año erigirme en uno de los pioneros del baloncesto en el patio de
arriba, sobre el adoquinado, y todo como consecuencia de que todas las tardes
jugaba en los Kostkas con el hermano Benito, el “secre” del distinguido padre
Vela. En la “Congre”, quedamos campeones con el equipo de Los Wallones. Lo que
más me gustaba era el fútbol. Era el “pulmones”, corría y corría sin parar.
Tenía tiempo para cualquier deporte y especialmente los bolos, quedando
impresionado de un emboque que logró desde dieciséis metros el as de entonces,
Maza.
También hacía algunas salidas en bicicleta
subiendo la Atalaya,
pero se me daba muy mal el “escalar” y muy bien, porque no era necesario
esfuerzo, el “descender”.
En 1945, con segundo de comercio en los
Salesianos, quedando campeones de fútbol en el torneo interclases, que aún
guardo como gran reliquia. Jugaba a las damas, no lo hacía mal al ajedrez… Tres
años de bellos recuerdos, saliendo del colegio con unas ideas bonitas que me
serían básicas en mi futura vida de persona.
Ya rompía pares y pares de zapatos botas
jugando en la calle Ercilla a meter botes y “pellejos” de naranjas en las
alcantarillas, que eran nuestras porterías provisionales. Si hablasen las
alcantarillas de Tantín, Ercilla, San Celedonio, la cuesta de la Atalaya…
Y por el mar y su “navegante”, mi padre, nos
fuimos los cinco hermanos con mi madre, “la coronela”, a Bilbao. Fuimos varios
hermanos los pioneros del basket en el Colegio Santiago Apostol de las Escuelas
Cristianas. Campeones escolares en 1947, y el inicio de la época baloncestista,
aunque jugara al fútbol con la selección del colegio y entrenaba a chavales de
primero y segundo de comercio en el baloncesto. Tenía en mi interior una madera
especial de iniciador deportivo y practicante, logrando el título en baloncesto
y atletismo escolar. Fui maestrillo de “internacionales” con el tiempo, como
Urquiza y Emiliano.
Temporada 1948-49. Los cinco hermanos en el
Dobel. Unico equipo mundial oficial compuesto por cinco hermanos que son de
Santander.
Juan Etelvino, Roberto, César y Armando,
llevábamos de “calle” el baloncesto con presencia de dos mil espectadores, con
títulos, con resonancia mundial, con muchas poses fotográficas, con mucha
aceptación por las féminas, con grandes amigos montañeses como Angel Fernández,
Cámara, Bárcena, …; con giras, con partidos benéficos y con publicación en el
Guinnes. Quedó descrita una de las etapas más formativas del basket con nuestro
equipo y el desarrollo a escala nacional. La pena fue que al año siguiente nuestro
equipo se deshizo por lesiones, por dificultades de estudio, por servicios
militares, aunque cada uno seguiríamos el rumbo de otras formaciones donde se
cosecharon éxitos. Campeones de Vizcaya de Copa y un largo etc.
Servicio militar, cambio de vida, menos
deportes, oposiciones, estudios de idiomas y modesto trabajador de una pionera
empresa de transportes de películas, teniendo tiempo para jugar al fútbol en el
regional del C. D. Amorebieta y pisar San Mamés.
Metido en el mundo del deporte, era requerido
para todo, y especialmente por un gran amigo, Acosta, para ser secretario de la Federación Vizcaína
de Béisbol, en donde obtuve el primer título nacional, aunque fuese delegado
con el equipo del San Judas, en Valencia, en el año famoso de la “gripe asiática”
y de las inundaciones.
En 1955, con 22 años, era un torbellino de
actividades que me hacía multiplicarme en entrenar a equipos femeninos, dedicar
muchas horas a las retransmisiones deportivas a través de Radio Juventud de
Vizcaya, emplear gran tiempo a mis negocios deportivos, como deportista para el
comercio en lugar de comerciante para el deporte, gozar como pionero de la
primera retransmisión del baloncesto en Vizcaya, poseer voluntad y valentía
para todo.
El orgullo y la vanidad de las personas
están colocados en primera fila en la mayoría de los casos en la propia
personalidad de cada uno y no podía ser yo una rara excepción. Aún tenía mucho
que zapatear.
Ayudé en mi carrera solitaria y
desinteresada a la creación e introducción del balonmano a siete en Vizcaya,
fui nombrado presidente de la F. Vizcaína
de Patinaje, con la organización del campeonato de Europa en Bilbao, un deporte
que me había apasionado siempre y que vi el primer partido a través de un
agujero que hice en la pared de las instalaciones de Jolaseta, sin la
vigilancia de la autoridad, desarrollo en el bowling americano, patrocinador de equipos de varias
especialidades,…
Concluida la etapa vasca, en 1960 comienza
la santanderina y cántabra; me enfrentaba a un nuevo ritmo y rumbo con la
“agradable consecuencia” de que hasta el día que me casé tuvo que ver con el
deporte, por cuanto el sacerdote y amigo Uranga, que celebró nuestra ceremonia,
fue interceptado por la Vuelta
a España en Puente Arce y llegó como una hora y media más tarde a Santa
Clotilde, donde todos le esperábamos como “agua de mayo”.
Hockey sobre patines, baloncesto como
entrenador, federativo, creador de equipos como el Horno San José con las cinco
hermanas Díez Prieto, asesor del primer equipo del Bansander, presidente del
Club Hesperia, entrenador nacional de la
primera promoción, fundador de varios clubes, presidente de peñas, instaurador
del primer reglamento de competiciones de caballos, amante por los hombres
olímpicos como Javi Martínez y Luis Salgado, “ciclismo de mis amores”, donde he
hecho de todo, desde presidente de peña, organizador del Campeonato de España y
muchas pruebas, vicepresidente de la
FCC, colaborador de prensa y radio, distinciones y
distinciones y editor del “Libro de los Mundiales de Fútbol 1982” y del de los Juegos
Olímpicos, amén de coordinador del “Libro de los Bolos”, de Julio Braun.
En ratitos, viendo todos los deportes;
ayudando en lo que se puede.
Estoy en las bodas de oro de mi deporte, del
que creo que es el mío y cómo se hace.
Trabajar por el deporte es fácil decirlo,
pero cumplirlo es difícil y poco creíble que se hace por amor al arte…, el mí
arte, es por la juventud y por su desarrollo. Soy y seguiré siendo deportista
de retaguardia.
El mundo cambia que es una barbaridad. Modestamente
en el deporte no es mi lema. No he cambiado en absoluto. Aquel chico joven que
empezó sus andaduras en Ruiloba, con “caracolillos” en su pelo en sus edad
media y sin cabellera central en estos momentos, ha dejado su vida por la
familia y por deporte. Así de fuerte y sincero. Jamás me he encontrado
desilusionado. Mientras exista juventud, existirá Armando en el deporte.
Las bodas de oro están bien festejarlas,
pero lo interesante es no abandonar.
No lo haré. Mi madre, que aún vive en
Ruiloba, puede decir con toda sinceridad: “A mi hijo Armando, nadie le hará
cambiar en su idea de trabajar en la oscuridad por el deporte.”
22 de Mayo de 1994